El poder del miedo

¿Tienes miedo? ¿Cuáles son tus miedos? ¿Cómo los experimentas? ¿De qué manera los enfrentas?

Una emoción, como el miedo, es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea.

En el ser humano la experiencia de una emoción generalmente involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que se percibe dicha situación.

Durante mucho tiempo las emociones han estado consideradas poco importantes y siempre se le ha dado más relevancia a la parte más racional del ser humano. Pero las emociones, al ser estados afectivos, indican estados internos personales, motivaciones, deseos, necesidades e incluso objetivos. De todas formas, es difícil saber a partir de la emoción cual será la conducta futura del individuo, aunque nos puede ayudar a intuirla.

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El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación, habitualmente desagradable, provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror. Además el miedo está relacionado con la ansiedad.

La ventaja del miedo como emoción es que nos ayuda a focalizar los peligros, y entonces dejamos de pensar y sentir otra serie de cosas. Ahora bien, si focalizamos en exceso y el miedo se vuelve muy intenso, no podemos pensar adecuadamente; esto sería considerado como miedo desorganizador, que en algunas personas las domina por sus características personales y en otras por las circunstanciales.

El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea. El sistema inmunitario se detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina). También se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.

Hay muchas razones que nos lleva a experimentar miedo, entre ellas podemos destacar:

  • Experiencias pasadas, que conllevan decepción, inseguridad o recelo.
  • Falta de fe en uno mismo y en los demás.
  • La necesidad de aprobación, de pertenecer o de ser aceptado.
  • El hábito de ver las cosas negativamente

Uno de los grandes productos del miedo es la duda. Cuando una persona está perdida en la duda, no puede creer en soluciones y respuestas, ni siquiera para experimentar con ellas o de tratar de ver si pueden funcionar. La duda en una forma extrema crea tanta incertidumbre e inseguridad que la persona sufre de una parálisis mental e incluso emocional. Se produce un bloqueo o una situación de pánico en la que no hay iniciativa positiva que sea posible.

Cuando hay cualquier tipo de miedo, que puede expresarse a través de la duda, los celos, el secreto o la competitividad, no hay receptividad ni buena disposición. En el centro de todo eso está el miedo a perder una persona, una posición, una posesión o la propia imagen. Todos los miedos, tanto los sutiles como los groseros, causan dependencia, expectación y, en último término, conflicto, con el propio yo o con los demás.

Alejémonos de las presiones de la vida y aprendamos a romper las cadenas del miedo que nos atan y nos impiden progresar.

Artículo escrito por Psicologos Madrid Cipsia Psicólogos: Alba Ortiz

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