El dolor crónico es, posiblemente, la forma más universal de estrés que existe. Y su comprensión ha experimentado cambios importantes a lo largo de la historia. Aunque habitualmente aparece como consecuencia de una lesión y su consecuente estimulación nociva, también puede darse sin la presencia de ésta, aunque esta circunstancia no es fácilmente aceptada.
Desde una aproximación biopsicosocial se enfatiza la existencia de múltiples factores que interactúan creando la experiencia dolorosa. Y uno de los modelos más relevantes plantea que el dolor crónico es una experiencia multidimensional compuesta de tres dimensiones interrelacionadas: sensorial-discriminativa, encargada de la localización, intensidad y duración del dolor; una segunda llamada motivacional-afectiva, constituida por los aspectos subjetivos del dolor; y por último una cognitivo-evaluativa, que integra la experiencia de dolor a nivel cortical.
El dolor crónico está asociado a emociones negativas y esto, lógicamente, incide en las actividades de la vida diaria, familiar, laboral, social, etc. La persona afectada en su búsqueda por encontrar una solución al problema visita todo tipo de especialistas, invirtiendo un gran número de recursos personales, económicos, familiares y de energía personal. Ante la falta de resultados, la posibilidad de vivir estas situaciones con desamparo es alta.
Los psicólogos somos profesionales de la salud que nos centramos en el estudio de los pensamientos, sentimientos, conductas y emociones. ¿Cómo puede entonces la psicología servir de ayuda a una persona que sufre de dolor crónico? Después de todo, el dolor es un problema físico, ¿no es así? Sólo hasta cierto punto.
La sensación de dolor es física, pero cómo respondemos a esta sensación tiene mucho que ver con lo que pensamos acerca del dolor, cómo nos sentimos al respecto y lo que hacemos para gestionarlo. Por ejemplo, la mayoría de las personas con dolor crónico reconocen que tienen días buenos y días malos. ¿Cuál es la diferencia? Puede por supuesto estar relacionado con la cantidad de actividad que han estado haciendo, pero también puede ser debido a lo que estaban pensando y sintiendo cada uno de esos días.
La investigación muestra cómo los tratamientos multidisciplinares son el camino a seguir, y dentro de estos los factores psicológicos tienen tanto peso o más que los puramente farmacológicos o físicos, en la mejora de las personas afectadas.
Pues además de la percepción física dolorosa, otras características como las creencias y los estilos cognitivos, las estrategias de afrontamiento y la estabilidad emocional, así como la tensión emocional y la respuesta del entorno familiar y social van a tener una influencia relevante en la persona que la vive.
Además de la asistencia, que la psicología para la salud, la psicología clínica y/o psicoterapia, en el manejo y eliminación de los síntomas y trastornos emocionales si los hay, pueda ofrecer. El afrontamiento psicológico consistirá en entrenar a las personas, en habilidades para su autocuidado y su automanejo. Básicamente entre sus objetivos están:
- Promover e instaurar una actitud positiva, de aceptación y autocuidado.
- Aumentar el conocimiento sobre los factores que inciden en la salud, factores mentales, físicos y sociales.
- Ampliar el conocimiento científico sobre el dolor crónico y sus características en quien lo vive.
- Incrementar las conductas eficaces de afrontamiento ante el dolor.
- Acentuar la importancia de las actividades de ocio y ejercicio físico.
- Mejorar las habilidades de relación y comunicación en el entorno social y familiar.
- Disminución y manejo de las emociones más desagradables, ira, ansiedad, tristeza, culpa, etc.
- Redefinir el autoconcepto personal asociado a la enfermedad crónica y la incapacidad.
- Reducción directa/indirecta del dolor.
- Desarrollar recursos para la prevención de recaídas y la gestión de crisis.
Es muy común que las personas con dolor crónico lleguen a sufrir de depresión o ansiedad a lo largo del tiempo, perdiendo así la oportunidad de disfrutar de su vida. Los psicólogos pueden ayudar a estas personas a aprender a controlar el dolor y mejorar así su calidad de vida, sin cambiar necesariamente el dolor en sí mismo.
Finalmente, reiterar que el estudio y tratamiento del dolor aún siendo una empresa compleja, debe requerir medidas terapéuticas sencillas, pues los sistemas complejos, justamente, pueden ser moldeados más eficientemente mediante pequeños cambios.
Artículo escrito por Psicologos Madrid Cipsia Psicólogos: Alba Ortiz
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