Impulsividad

La impulsividad es un rasgo en la personalidad de las personas, está caracterizada por una tendencia a comenzar o continuar una conducta sin tener en cuenta las consecuencias que sus actos o palabras pueden ocasionar, tanto para sí mismo como para los demás. Es decir, que actúan siguiendo un impulso y no pensando o analizando las variables.

El trastorno de la hiperactividad o la bipolaridad están relacionados con la impulsividad, así como también los abusos de ciertas sustancias adictivas. Y se ha comprobado a su vez que esta necesidad de hacer las cosas sin pensar tiene un gran componente genético y hasta puede ser hereditario.

Un individuo con un comportamiento impulsivo tendrá un umbral de tolerancia mucho más bajo que los demás, además de sufrir mucho en las situaciones cotidianas, ya que todo lo «pasan» a lo emocional.

La impulsividad lleva a la desesperación, a la pérdida del control de si mismo, a la imprudencia, a la cólera, a la frustración, a sentirse atacado por los demás, a la indignación, etc. Un impulsivo: actúa sin pensar, busca experiencias arriesgadas, tiene una baja tolerancia al aburrimiento, es desorganizado y no planifica actividades, es olvidadizo y llega tarde a todos lados, es inconstante y cambia de tareas a cada rato, no puede esperar su turno para hablar y actúa de forma inapropiada.

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Cuando la situación es percibida como una provocación, el comportamiento impulsivo se manifiesta a través de la cólera y el individuo actúa con agresividad. Aunque parezca que se obtiene un beneficio a corto plazo (cambiar la situación, por ejemplo) a medio plazo ya no es tan beneficioso. Afloran los sentimientos negativos, la culpa, baja autoestima y las posibles consecuencias jurídicas de lo que pueda haber hecho el sujeto colérico.

Ciertos indicadores nos permiten saber cuándo estamos ante una persona impulsiva:

  • Actúa sin pensar.
  • Siempre busca vivir experiencias arriesgadas.
  • Baja tolerancia al aburrimiento y la frustración.
  • Desorganizado, no planifica sus actividades.
  • Olvidadizo, siempre llega tarde a todos lados.
  • Inconstante. Cambia de actividad con mucha frecuencia.
  • Actúa de manera inapropiada generando problemas.
  • No puede esperar su turno para hablar.
  • Es creativo pero siempre presenta las cosas sin perfeccionarlas demasiado.

Los actos y las decisiones impulsivas forman parte de la vida cotidiana de las personas, y como resultado, pueden acarrear consecuencias positivas o negativas (por ejemplo, el actuar impulsivamente frente un momento de miedo e indecisión puede acercarnos a una gran oportunidad, pero también puede conllevar un resultado desastroso del que nos podemos arrepentir).

Dickman observó que la conducta impulsiva no siempre estaba vinculada a consecuencias negativas, sino que, en determinadas condiciones, las personas consideradas impulsivas rendían mejor que las no impulsivas. Este autor definió la impulsividad como la tendencia a recapacitar menos que la mayoría de la gente con iguales capacidades antes de realizar una acción. Distinguió dos tipos de impulsividad: la impulsividad funcional y la impulsividad disfuncional.

La impulsividad funcional consiste en una tendencia a tomar decisiones rápidas cuando la situación implica un beneficio personal, lo que supone un proceso de toma de decisiones con riesgo calculado; por el contrario, la impulsividad disfuncional, está relacionada con la tendencia a tomar decisiones rápidas e irreflexivas en situaciones en las que esta estrategia no es óptima, con consecuencias negativas para la persona.

Para los comportamientos impulsivos disfuncionales y las conductas agresivas, los profesionales de la psicología podemos facilitar recursos que permitan mejorar la autoestima, la asertividad, las habilidades sociales o el autocontrol emocional, así como el entrenamiento en técnicas de relajación, todo ello enmarcado dentro de nuestras terapias en Cipsiapsicologos.

Artículo escrito por Psicologos Madrid Cipsia Psicólogos: Alba Ortiz

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