Cómo manejar las discusiones de pareja

Los humanos somos seres sociales y, por lo tanto, vamos a tener encuentros muy agradables en nuestras relaciones, pero también muy desagradables. Las discusiones, roces o desencuentros con otras personas es algo inevitable de nuestra naturaleza.

Pero no tiene por qué ser algo tan negativo, a fin de cuentas, una discusión sigue siendo una forma de comunicación y no tiene por qué ser algo a evitar. Se puede ver como una forma de defender o mantener nuestros límites y expresar algo que no nos ha sentado bien. Una forma de guiar el comportamiento de nuestras relaciones (y el nuestro propio) para conseguir un equilibrio lo más saludable posible.

Sin embargo, esto es más fácil decirlo que hacerlo y lo normal es que las sensaciones se nos vayan de las manos y nos jueguen una mala pasada, por lo que en este artículo veremos cómo puede desarrollarse una discusión hacia algo más agresivo y cómo podemos hacer para mantenerla en algo más sano.

La escalada de violencia

Cuando sucede algo que no nos gusta es lógico que queramos quejarnos, defendernos o, como mínimo, comunicarlo a la persona que lo ha provocado. Sin embargo, esto también puede ser algo difícil de manejar para la otra persona, por lo que también sentirá la necesidad de quejarse o defenderse, lo que será aversivo para nosotros y tendremos que volver a quejarnos… Cayendo en un bucle en el que cada vez se sube más el tono y las emociones no paran de subir en intensidad.

Este tipo de escalada es típica en las relaciones, creando situaciones donde un detalle desemboca en peleas donde se recuerda cada pequeña cosa que se ha hecho mal, llegando a momentos en los que la situación puede ser realmente peligrosa, por lo que es especialmente importante reconocerlas y poder hacer algo para detenerlas.

La primera recomendación es tan simple como ponerle freno a esa subida de intensidad evitándola momentáneamente. Si nos vemos dentro de una discusión que está “alocando” mucho a mis emociones y veo que se me va de las manos y no puedo controlarlas demasiado bien, es recomendable que intentemos salir, literalmente, de la situación por un momento. Basta con 2 minutos en los que podamos quedarnos a solas, respirar un momento, ponerle pausa a esa escalada emocional y finalmente volver a enfrentarnos a la situación, pero con otro nivel de intensidad, por lo que paramos literalmente la escalada que se estaba produciendo.

Aprende a identificar una relación tóxica pinchando aquí.

Por otra parte, es importante tener claro cuáles son nuestros objetivos en una discusión. Qué es lo que queremos sacar de esa situación y para qué estamos metidos en este lío. Normalmente será algo parecido a un intento de comunicación, hacer saber a la otra persona que algo me ha molestado y que no quiero que vuelva a pasar. De ser así, mis formas tienen que ser acordes con mi objetivo y unas emociones muy potentes o que la discusión derive en muchos detalles diferentes probablemente no me ayuden a conseguir lo que me he propuesto.

¿Cómo conseguimos mantenernos en nuestros objetivos? Os proponemos cuatro pasos para que podáis manejar mejor estas discusiones.

¿Qué roles adoptamos en nuestras relaciones?

4 pasos de asertividad

  1. Definir la situación o el problema: Hay que concretar qué es lo que está pasando. En este primer paso no hay que mezclar emociones con hechos objetivos, quedándonos solo con los segundos. Esto es lo que ha pasado, esto es de lo que quiero hablar.
  2. Explicar cómo esa situación me ha hecho sentir. Ahora sí es el momento de meternos en la parte emocional y describir cómo me estoy sintiendo al respecto y por qué esto es un problema para mí.
  3. Momento de la empatía. Tengo que intentar describir cómo creo que se está sintiendo la otra persona. Intentar darles una explicación a sus comportamientos, crear un momento de entendimiento.
  4. Ahora que tenemos una situación y dos formas de sentirse diferentes (que normalmente estarán un poco enfrentadas) es hora de llegar a algún acuerdo, algún punto en común. Este paso se basa en pedir algo, quiero que hagas (o que dejes de hacer) algo para que yo me sienta mejor, y la otra persona te tendrá que pedir algo para que esta se sienta mejor. Realizar una especie de contrato. En estas situaciones haré esto y la otra persona esto otro para que cada uno esté un poco mejor.

Si conseguimos mantenernos en estos puntos, estaremos actuando de acuerdo a nuestros objetivos y promoviendo una discusión fructífera, logrando cambios en nuestra relación y permitiendo que estos desencuentros no tengan que ser obligatoriamente algo desagradable.

Artículo escrito por: Pedro Urbina