Las emociones aversivas y las preocupaciones, de por sí, ya son lo suficientemente estresantes, pero existen casos en los que esto se ve muy aumentado al sentirse aún peor por tener estas emociones y preocupaciones, que sin embargo no consiguen evitar.
Preocuparse por estar preocupado o sentirse culpable, egoísta, irracional, loco, tonto, débil… por sentirse mal en algunas circunstancias responde a unas reglas verbales sobre cómo debería estar y quién debería ser en cada situación, llevando a pensamientos y frases como “No tengo derecho a sentirme mal”, “Debería estar contento con la vida que tengo”, “Estoy reaccionando fatal por algo tan tonto”, “Soy una persona débil por sentir esto” …
Esto, lejos de ayudarnos, contribuye a empeorar la situación al tener dos motivos de sufrimiento; el original que despierta esas emociones y la percepción negativa de nosotros mismos por sentir tales emociones. Esta situación suele responder a ideas poco flexibles de uno mismo y una comprensión errónea de las propias emociones.
¿Cómo surgen las emociones?
¿Para qué sirven las emociones?
El mayor problema pasa por la creencia de que las emociones son un reflejo fiel de mí mismo o de la gravedad de una situación, cuando en la realidad, objetivar todos los factores que intervienen en que reaccione de una u otra manera en una situación sería casi interminable. Es decir, las emociones que yo tenga en una situación no solo van a depender de quién sea o de cómo me tome las cosas, si no de una infinidad de variables que me pueden estar afectando en ese momento y no estoy tomando en cuenta.
La base de la que tenemos que partir es que una emoción es una respuesta automática ante un estímulo. Esto implica que mis emociones no son una decisión y no puedo decidir cómo voy a reaccionar, por lo que sentirme culpable, avergonzado, irritado… por cómo he reaccionado es tan inútil como sentirme mal por tener calor o por sudar haciendo deporte.
En este sentido, intentar controlar al cien por cien mis reacciones es una empresa abocada al fracaso. Sentirme mal por sentir emociones negativas desemboca en un resultado muy claro: sentirme peor. Pero esto también me lleva a un círculo vicioso donde siempre intento controlar cómo me siento, esto hace que me sienta peor, más intentos de control, peor me siento…
¿Cómo cortar el círculo vicioso?
- El paso más importante e imprescindible se puede resumir por la aceptación. Reconocer que las emociones son procesos normales, ni buenos ni malos, si no reacciones de tu cuerpo ante diferentes situaciones. Nos aportan información y nosotros decidimos qué hacer con esa información a partir de aquí.
- Centrarnos en lo que sí podemos controlar. Viendo que muchos procesos emocionales son “inevitables” nuestro objetivo no puede pasar por cambiar estos procesos. En cambio, podemos centrarnos en lo que sí está en nuestra mano, como mis comportamientos, hábitos o estilos de pensamiento.
- En este sentido, nos podemos proponer objetivos que sean coherentes con nuestros valores, lo que es importante para nosotros. Quizá no podamos controlar cómo reaccionamos ante una situación difícil, pero sí qué queremos hacer a partir de esa reacción y cómo podemos dirigirnos a nuestros valores aun teniendo esas emociones con nosotros.
- Tolerancia de las emociones negativas. Todas las emociones nos aportan información y tienen una utilidad, son necesarias. Las emociones positivas son mucho más fáciles de tolerar y adaptarse a ellas, pero también es importante no eliminar las emociones negativas, son reacciones adaptativas necesarias en la mayoría de los casos (salvo emociones extremas que duran mucho tiempo). Sentir emociones negativas aporta información sobre la situación, no sobre si una persona es débil, tonta, tóxica o inestable.
- Empatizar con uno mismo. Darse un momento para pensar por qué me parece exagerado, egoísta, ridículo… sentir ciertas emociones puede ser de gran ayuda. Considerar la situación que estamos pasando y tener en cuenta las circunstancias que estamos viviendo puede llevar a ver con otros ojos estas emociones, hasta el punto de ver evidente que una persona pueda sentirse así en esta situación concreta, con todos sus detalles. Este ejercicio nos ayuda a relativizar la situación y ser conscientes realmente de cual es nuestra circunstancia personal. No estamos reaccionando tan solo a una mala situación, si no que nuestra reacción depende también de un mal día, un mal momento de trabajo, una discusión de pareja o todo esto junto que lleva a que reaccionemos como lo estamos haciendo.
Aprende aquí la diferencia entre emociones positivas y negativas.
El objetivo final es permitirse sentir estas emociones negativas sin que esto interfiera en nuestra imagen personal. Ante una situación de sufrimiento, en ocasiones no nos queda más remedio que aceptarla y transitar por ella lo mejor posible. No eliges cómo te sientes, pero sí puedes elegir cómo actuar al respecto.
Artículo escrito por: Pedro Urbina