A diferencia de otros animales, los seres humanos somos capaces, desde nuestra infancia, de atribuir intenciones, deseos y creencias a los demás. Esta capacidad es conocida como Teoría de la Mente, y es aquella que nos permite entender las mentes ajenas como distintas de la propia. La “lectura de mentes” constituye un importante pilar de las relaciones sociales, ya que nos permite entender a los demás y predecir cómo se comportarán.
Las representaciones de representaciones y la Teoría de la Mente
El funcionamiento de esta habilidad humana requiere del manejo de metarrepresentaciones. Estas metarrepresentaciones o “representaciones anidadas” nos permitirían entender enunciados del tipo: “Yo creo que tú piensas que yo quiero ir al cine”. En un principio se parte de un nivel básico para interpretar a las personas (p. e. “Yo creo que tú sabes”). A partir de este nivel básico, la complejidad va aumentando hasta combinar un número indeterminado de representaciones incluidas en otras representaciones.
Desarrollo de la Teoría de la Mente
La Teoría de la Mente se desarrolla a lo largo de la vida, y se va haciendo cada vez más sofisticada en función de la experiencia con los otros. A grandes rasgos, los niños a partir de 4 años suelen ser capaces de mentalizar (atribuir estados mentales) al mismo nivel del adulto.
Cabe destacar que el pensamiento en etapas infantiles se caracteriza por el egocentrismo. Los niños ven el mundo a partir de su propia perspectiva, y les cuesta enormemente ponerse en la perspectiva del otro. Por ejemplo, un niño de 2-3 años, al hablar por teléfono con un familiar, puede decirle que lleva puesta esta camiseta, señalando la prenda, sin darse cuenta de que la persona al teléfono no puede ver lo mismo que él.
A partir de los 4 años aproximadamente, los niños ya son capaces de entender que los demás tienen una mente como la suya, y que pueden tener pensamientos, creencias y deseos distintos de los propios. Los niños con hermanos mayores desarrollan antes esta capacidad por la práctica. Además, las niñas suelen ser más precoces en esta habilidad que sus compañeros varones.
Test de la falsa creencia
La prueba que se utiliza para medir si un niño posee o no Teoría de la Mente es el Test de la Falsa Creencia. Se trata de comprobar si el niño o la niña es capaz de reconocer una creencia errónea en otra persona, lo que implica poder ponerse en su lugar.
Se presenta una viñeta en el que uno de los personajes, Sally, esconde una canica en su cesta y se va de la habitación. El otro personaje, Anna, cambia de sitio la canica y la guarda en su caja, sin que Sally lo vea. Si el niño tiene la habilidad de mentalizar (atribuir estados mentales), sabrá que Sally cuando vuelva buscará la canica en su cesta, y no en la caja de Anna.
De esta manera podemos comprobar que la mayoría de los niños posee esta habilidad a los 4 años. Algunos la desarrollan antes (incluso a los 3 años), y otros más tardíamente (hasta los 6).
Esta constituye una de las principales diferencias entre niños de desarrollo típico y niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Las personas con TEA tienen dificultades a la hora de entender que los demás poseen una mente como la suya, y en los casos más extremos, la habilidad no se desarrolla. Las diferencias dependen del grado de autismo, y determinarán también sus capacidades en este área.
– Si quieres saber más sobre los Trastornos del Espectro Autista, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí
¿Para qué sirve esta habilidad?
La Teoría de la Mente resulta fundamental para relacionarnos con los demás y establecer relaciones. Es lo que nos permite comprender al otro y poder formar vínculos afectivos. Al representarnos cómo pensará la otra persona, podemos inferir qué les gusta, cómo quiere que la tratemos o cuándo necesita nuestro apoyo. Nos permite, además, ajustarnos a nuestro interlocutor y al contexto en el que nos encontremos. Gracias a ella somos capaces de entender qué estará pensando la otra persona, y así ajustar nuestro comportamiento.
En este sentido, la empatía está muy vinculada a la capacidad de mentalizar, ya que para poder entender los sentimientos del otro se hace necesario en primer lugar ponernos en su posición.
Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano