Intuición, ¿gran aliada, o herramienta poco confiable?

La intuición es una habilidad muy presente en nuestras vidas, aunque a veces no nos demos cuenta. Nos permite llegar a conclusiones y soluciones de manera rápida y sin esfuerzo. ¿A quién no le ha ocurrido nunca el conocer a una persona, e intuir, de manera instintiva, que no debemos establecer un lazo con ella? ¿O, por ejemplo, que se sepa cuál es la solución a un problema, aunque no se sea consciente de cómo se ha llegado a ella?

 

Definición de intuición

Podríamos decir que la intuición se engloba dentro del concepto de Inteligencia Emocional. Se relaciona con las emociones en el sentido en el que son estas el indicio de la decisión que parece ser la más correcta. Cuando uno intuye algo, “siente” que esa es la solución adecuada.

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Aunque no es fácil definir el término de intuición, se podría decir que es la forma en la que una solución a un problema llega a la consciencia, a pesar de no conocerse el proceso por el que se ha llegado a esta solución. Parece como si la respuesta “aflorase” de manera automática y espontánea.

 

Cómo funciona la intuición

Aunque la intuición pueda parecer magia, ésta debe implicar necesariamente un procesamiento de información, aunque sea de manera encubierta.

La intuición parece remontarse a situaciones pasadas, que se comparan con la situación presente para ofrecer la solución que en otras ocasiones ha dado buenos resultados. Además de esta búsqueda de causas hacia atrás, la intuición puede elaborar predicciones a partir de la experiencia. Las hipótesis y creencias que cada uno de nosotros tenemos sobre el mundo y las personas nos permiten hacer generalizaciones que simplifican la toma de decisiones.

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Desde esta perspectiva, podríamos ver la experiencia personal como el inventario sobre el que se construyen las intuiciones. Como hemos comentado, comparamos una situación determinada con sucesos anteriores, generalizamos y así llegamos a conclusiones intuitivas.

 

Intuición vs. razón

La principal distinción que podemos hacer entre la intuición y el procesamiento racional y lógico es la velocidad de procesamiento. Mientras que llegamos a las intuiciones rápidamente y sin esfuerzo, el procesamiento lógico es un proceso más lento, y requiere de muchos recursos mentales. Esto hace que en ciertas situaciones la intuición juegue con ventaja, ya que nos proporciona una solución posible, rápidamente y sin necesidad de hacer un esfuerzo consciente.

 

Por otro lado, el modo de procesar la información es distinto en cada caso. El pensamiento racional se da siguiendo una serie de pautas ordenadas, y se centra en un aspecto concreto del problema a resolver. Por el contrario, la intuición analiza el problema de un modo más global, teniendo en cuenta más información. Es por esto que las conclusiones a las que se llegan dependiendo del modo de procesar serán también de distinta naturaleza. Las intuiciones dan lugar a conclusiones más imprecisas, a la vez que tienen un mayor margen de error. Las conclusiones del análisis lógico son mucho más precisas, y por ello, es más fácil equivocarse (abarcan menos opciones).

Cuando nos enfrentamos a una determinada cuestión, se puede producir un conflicto entre lo que nos dice la razón, y lo que sentimos por intuición. En estos casos, la tendencia es a optar por la intuición, ya que esto de algún modo resulta más gratificante. Aquí debemos recordar que la intuición se relaciona con la emoción.

 

Procesamiento a partir de intuición y razón

Sin embargo, en muchos casos tanto la razón como la intuición son necesarias para resolver una incógnita. La intuición aporta el procesamiento rápido y automático, que sirve de soporte para la reflexión deliberada. Respecto a esto, cabe destacar que la intuición se da por debajo de la consciencia (sólo conocemos el producto final), mientras que la razón necesariamente ha de operar en la consciencia. Es por ello que somos capaces de declarar el proceso por el cual hemos llegado a una conclusión razonada, mientras que no sabemos explicar qué proceso nos llevó a una intuición.

En el procesamiento de la información a partir de estos dos modos, se suele usar la analogía del iceberg. La mayor parte de la información se procesa de manera automática (intuición), lo que libera “espacio” cognitivo para que la atención se centre en unos pocos procesos más costosos (razón). Esta forma de funcionamiento permite una mayor eficacia en el procesado de datos.

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¿Se puede aprender a intuir?

Sí, definitivamente se puede aprender a intuir mejor. Una de las maneras más eficaces de entrenar nuestra intuición es a partir de la acumulación de experiencias y de conocimientos sobre un tema. Como hemos comentado anteriormente, la experiencia sería algo así como el “combustible” que alimenta la intuición. Así, cuanta más experiencia tengamos en un tema en concreto, mejor y más aproximada será la comparación y la generalización.

También, siguiendo esta línea, se puede aprender a distinguir una intuición precisa o acertada de una imprecisa. El saber distinguir qué tipo de generalización nos ha llevado a una intuición nos puede dar la pista sobre si esta es confiable o no. Por ejemplo, como hemos dicho, una intuición será mejor y más fundada cuanto más experiencias similares hayamos tenido en el pasado.

Otro de los factores que influyen en la aparición de un pensamiento intuitivo es el estado de ánimo y el estado mental. Por ejemplo, cuando estamos cansados o con un grado de ansiedad elevado, es mucho más difícil que aparezca una intuición. Las emociones positivas y el optimismo parece que favorecen la creatividad y este tipo de procesos intuitivos.

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Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano