Una rutina se suele definir como haber adquirido el hábito de realizar determinadas conductas en momentos y circunstancias concretas de forma repetida. Normalmente, instaurar estos hábitos suele ser algo útil o beneficioso, ya que la repetición lleva a la automatización y reduce considerablemente el esfuerzo que conlleva realizar estas conductas.
De esta forma, podemos automatizar tareas u obligaciones que de otra forma serían muy tediosas o requerirían de una gran fuerza de voluntad para realizarlas. Obligaciones de limpieza del hogar, estudio, trabajo, cuidados personales, cuidados de niños y mayores… todas estas conductas se pueden beneficiar de una rutina que nos aporta orden en el día a día, facilitando la organización y el paso a la acción.
¿Cómo se crea una rutina?
Crear hábitos y rutinas en nuestro día a día nos facilita la vida, pero para crearlas hay que seguir una serie de pasos que no siempre son sencillos.
En primer lugar, es necesario concretar la conducta o actividad que quiero realizar, tener claro qué tengo que hacer y qué voy a necesitar para llevarlo a cabo, facilitando que todo lo que necesite vaya a estar disponible cuando me ponga a hacerlo y reducir los imprevistos lo máximo posible.
En segundo lugar, también es necesario concretar la situación donde voy a llevar a cabo la conducta, es decir, qué día, a qué hora y en qué lugar voy a realizar esa conducta. Concretar este tipo de cosas nos ayudará a reducir los problemas futuros todo lo posible y empezará a crear expectativas, las cuales tienen un papel esencial en la creación de hábitos y rutinas. Las expectativas funcionan como recordatorios mentales de que algo va a suceder, incluyendo sus consecuencias, aportando una fuerza extra para realizar dicha acción. Tener la expectativa de que me toca hacer algo duro, tedioso o desagradable no es de mucha ayuda, pero la expectativa de conseguir dejar hecha una obligación que he estado dejando de lado constantemente sí puede ser una herramienta especialmente útil.
Si hay algún tipo de actividad que se te resiste, ya sea porque es realmente difícil realizarla o muy tediosa, una forma de crear motivación para conseguir instaurar el hábito y que sea más fácil llevarlo a cabo es teniendo en cuenta el papel de las recompensas. Merece la pena asegurarnos e incluir en las rutinas las recompensas al haber terminado de hacer las obligaciones que tenía previstas, añadir al hábito la recompensa que le sigue. Al principio, suele funcionar mejor una recompensa externa, como una comida que nos guste especialmente o permitirnos algún capricho, que con el tiempo cambiarán hacia recompensas internas de sensaciones gratificantes por haber cumplido con las obligaciones.
Este tipo de rutinas pueden tener un papel fundamental en la salud mental, previniendo y combatiendo problemas como la depresión, distimia, problemas de ansiedad o procrastinación, ya que nos facilita la acción de actividades que van en contra de los síntomas de estos problemas de salud mental.
Consulta aquí 3 hábitos que te ayudarán a estar mejor.
¿Qué trampas puede esconder una rutina?
Como hemos visto, la creación de rutinas puede ser realmente útil en psicología, sin embargo, unas rutinas muy instauradas y rígidas también pueden esconder algunos aspectos negativos. Hacer las cosas siempre de una forma rutinaria, de la misma manera y de forma automática puede ir en contra de la improvisación. Si dejamos que el “modo automático” rija nuestro día a día podemos ir olvidando nuestros intereses, pasiones y gustos, dejan de reclamar nuestra atención ya que pasamos por ellos de forma automática. Es fácil caer en la rutina y dejar de hacer cosas que antes disfrutábamos, dejar de tener detalles y privarnos de refuerzos y recompensas importantes.
¿Cómo podemos beneficiarnos de la rutina sin caer en sus trampas?
La clave está en hacer un hábito para las obligaciones o actividades con las que debas tener un compromiso constante, pero dejar espacio a planes nuevos y la improvisación que pueda servirte como aliciente para explorar nuevas actividades. Lo nuevo o poco frecuente, al no realizarlo de forma automática, es más fácil que nos lleve a emociones más intensas y vivas respecto a lo que suele ser habitual. Salir de la rutina también es un hábito beneficioso.
Es decir, necesitamos encontrar el punto medio entre el orden de una rutina y la riqueza que nos aporta la improvisación.
8 beneficios de una buena rutina.
Artículo escrito por: Pedro Urbina