Las emociones son respuestas psicofisiológicas ante un estímulo. Estos estímulos pueden ser externos o internos. Las emociones son una herencia genética que nos han ayudado a la perpetuación de la especia y son puramente adaptativas. A lo largo de la historia han ido haciéndose cada vez más complejas, esto tiene que ver con que nuestro cerebro y percepción del mundo se ha ido haciendo cada vez más complejo también.
¿Para qué sirven las emociones?
Actualmente, se puede entender que la base de nuestra supervivencia, se basa en la activación emocional en base a nuestra percepción sobre las situaciones, siempre en nuestro sistema de creencias, el cual es la guía para desarrollar nuestra vida. Este sistema desarrolla emociones complejas como la culpa. Dicha emoción puede aparecer en edades muy tempranas según el tipo de educación recibida.
¿Qué es la culpa?
Como ya hemos dicho, la culpa es una emoción compleja. Esto quiere decir que es una emoción compuesta por muchas otras emociones. Para muchos psicólogos, la culpa es la “reina” de las emociones negativas, pues la culpa aúna emociones y sentimientos como:
- Miedo
- Frustración
- Vergüenza
- Agobio
- Ansiedad
- Nerviosismo
- Temor
- Tristeza
- Nostalgia
- Ira
- Resentimiento
- Envidia
Parece mentira que una sola palabra pueda incluir tantas otras que, a priori, parece que no tienen nada que ver ¿no?
Diferenciando entre emociones positivas y negativas.
¿Por qué la culpa?
Como hemos dicho, las emociones son adaptativas. Esta emoción compleja tiene un objetivo concreto, y es la de sanar los daños derivados de nuestra actuación equivocada hacia otra persona.
Cuando la culpa es sanada de la forma en la que debe serlo, la persona que experimenta esta emoción acaba aprendiendo qué tipo de actuaciones pueden dañar a otros o no. El problema es cuando esta emoción no se sana o no se maneja como hay que hacerlo. En este caso la persona puede experimentar una culpa constante, pues deshacerse de todas las emociones que van incluidas en esta emoción es muy difícil. Es en este momento cuando incorporamos la culpa como autocastigo, ya que al no tener una persona de referencia con quien poder contrastar esta información y poder regular bien esta emoción mediante una comunicación eficaz, necesitamos aliviar su malestar de alguna forma.
“Incorporamos el castigo psicológico desde pequeños, sin darnos cuenta y como si fuera una faceta normal de nuestras vidas. A veces nos comportamos como si el castigo fuera una virtud porque “templa el alma”. Nos propiciamos dolor a nosotros mismos en aras de limpiar culpas o tratar de ser dignos”.
La importancia de la educación
La culpa es una emoción que se desarrolla en nuestra más temprana edad. Cuando el niño/a recibe una reprimenda por parte de los padres, se despierta esta emoción. Si este castigo no está bien aplicado y no se le da una buena explicación al niño/a de porqué se le está diciendo eso, es muy probable que este sentimiento de culpa lo persiga por un tiempo.
Explicándolo de otra forma; para el niño, los padres son el sustento de todo su mundo (físico, emocional, psicológico, etc.). son la referencia para este en todo. Si se aplica un castigo o regañina, sin explicar bien por qué se está haciendo, el niño/a lo que interpreta es que esas figuras de referencia no pueden estar equivocadas (ya que para este son personas de las que depende en todo), y empieza a interiorizar que él/ella es el culpable.
Cuando más arriba hablamos de sanar o gestionas bien una emoción, nos referimos a esto. La comunicación es la herramienta más eficaz de regulación emocional, independientemente de la edad. Necesitamos establecer una relación muy potente entre la identificación de las emociones y como expresarlas de cara a obtener la mayor estabilidad posible.
Artículo escrito por: Sergio Lozano, CIPSIA psicólogos.
