¿Qué es el trastorno límite de la personalidad?

Trastorno límite de personalidad. Más allá del diagnóstico.

Existe cierta controversia alrededor de los trastornos psiquiátricos en general y de los trastornos de personalidad en particular. Especialmente en uno de los más comunes en la población actualmente; el trastorno límite de personalidad (TLP).

Qué es el TLP

Actualmente, se concibe el trastorno límite de la personalidad como un problema principalmente de inestabilidad emocional, con consecuencias graves en las relaciones sociales de la persona que lo sufre. Suele acompañarse de distorsiones cognitivas, impulsividad al tomar decisiones, episodios depresivos y problemas importantes para mantener relaciones sociales estables.

Para las guías de diagnóstico clínico, se necesitan al menos 5 de estos criterios para ser diagnosticado:

  • Esfuerzos constantes para evitar el abandono, ya sea real o imaginado.
  • Relaciones sociales inestables e intensas que varían entre la idealización y la devaluación.
  • Inestabilidad de la imagen personal. Dificultades para tener un sentido del yo concreto.
  • Impulsividad en sus conductas, llegando a ser autolesivas.
  • Conductas o amenazas recurrentes de suicidio o conductas autolíticas.
  • Inestabilidad emocional con episodios de irritabilidad, ansiedad o tristeza.
  • Sensación crónica de vacío.
  • Dificultad para controlar la ira.
  • Ideas paranoides momentáneas en situaciones de estrés o tristeza intensa.

Sin embargo, este tipo de diagnósticos están experimentando dos problemas importantes en la práctica clínica.

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Los problemas del diagnóstico

El primer problema es el estigma que puede ocasionar un diagnóstico de personalidad como este. Existen pacientes donde el diagnóstico ha sido algo positivo y a conllevado una validación de sus experiencias y les ha permitido buscar ayuda y apoyo más fácilmente. Sin embargo, también existen amplias experiencias directamente contrarias, donde este diagnóstico lleva a un aislamiento y justificación de conductas autolesivas y contraproducentes para el paciente, además de situarles en un contexto médico extraño, donde no existe una medicación claramente recomendada.

Además, esto puede suponer experiencias de estigmatización social, donde esta etiqueta puede ser motivo de rechazo, crítica o dudas constantes sobre el paciente.

Por otro lado, el diagnóstico se tiende a usar muy “a la ligera”, olvidando su verdadera función. Un diagnóstico no es una explicación. Todo caso debe estar acompañado de una formulación clínica, es decir, de una explicación detallada y única de cada paciente de cómo se ha desarrollado un problema como este y cómo se está manteniendo. Si esto no sucede, acabamos con un problema de “cajón desastre” en el que diagnosticamos igual a personas con problemas muy diferentes.

El TLP más allá de su nombre

Para explicar este diagnóstico sin usar su nombre, debemos fijarnos en dos puntos: los antecedentes y la situación actual del paciente.

Aunque cada caso y explicación deben ser únicos, existen unas guías generales de cómo suelen suceder estos problemas. Los antecedentes más comunes son un ambiente invalidante, situaciones traumáticas o abusivas en la infancia, poca tolerancia al estrés y un aprendizaje emocional deficiente. Por supuesto, esto puede variar enormemente en intensidad.

Por otro lado, la situación actual del paciente suele estar marcada por distorsiones cognitivas, inestabilidad emocional y problemas sociales, pero estos síntomas son los que debemos explicar llegando más allá del diagnóstico para poder llegar a cambiarlos.

Por lo tanto ¿Diagnosticar o no diagnosticar? El diagnóstico es una herramienta muy útil en la práctica y puede llevar a beneficios importantes, pero nunca se debe olvidar una buena formulación del caso y no puede existir una cosa sin la otra.

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Artículo escrito por: Pedro Urbina