Cómo afrontar el bullying escolar en la vuelta a las aulas

Una de las pocas consecuencias positivas del confinamiento domiciliario fue el alejamiento de los menores acosados de las aulas escolares. Esto supuso un alivio momentáneo del acoso escolar, lo cual mejoró su estado de ánimo e incluso sus calificaciones. Aunque el bullying ha migrado de forma bastante exitosa al mundo digital, los menores podían sentirse protegidos en sus casas.

 

La vuelta a los colegios e institutos ha supuesto la renovación de los viejos patrones de comportamiento: bromas no adecuadas, intimidación e incluso golpes de forma sistemática. Esto provoca que los niños, o adolescentes, experimenten profundos sentimientos de tristeza, frustración y miedo. Empieza a surgir la apatía, tanto por actividades académicas como físicas.

Cómo afrontar el bullying escolar en la vuelta a las aulas

La vuelta a esta dinámica hace necesaria cierta preparación para que los menores puedan afrontarla de la mejor forma posible:

  • Ayudar a tu hij@ a identificar el maltrato y denunciarlo

Identificar con claridad las formas inadecuadas de relacionarse con los compañeros es esencial. No deben aceptar ciertos comportamientos y para ello los padres deben dejarles claro cuáles son los límites.

Al mismo tiempo, es esencial crear un entorno propicio para que los menores se sientan seguros de denunciar. Pedir ayuda a un adulto o una persona de confianza debería ser un momento en el que el menor se sienta escuchado y comprendido, sin condenarlo, ponerlo en duda o cuestionar por qué no ha acudido antes a esa persona.

En el bullying hay una ruptura, pues daña la autoestima del acosado, que se pregunta qué tiene que provoca el maltrato. Por eso, además de sufrir de una autoestima muy baja, pierden la capacidad de entender cómo les ven realmente los demás. El hecho de que uno de los tipos de agresión más habituales sean los insultos y motes (y los rumores), y no los ataques puramente físicos, refleja la importancia de este problema.

Hay que proteger la individualidad del menor y asegurarse de que no se desdibuje su personalidad. Ayudarle a lidiar con el miedo, la tensión constante (están siempre alerta y vigilantes) y las secuelas físicas (que pueden variar de dolores de cabeza o estómago)

– Si quieres saber más sobre la autoestima en la adolescencia, puedes leer nuestro artículo aquí

En este punto también hay que destacar la observación de los padres y maestros: cambios de apetito, en los ciclos de sueño, no querer ir a la escuela (o conectarse si es virtual). El reconocimiento de conductas no adecuadas en las etapas iniciales puede evitar males mayores.

  • Apoyarle para afrontar un posible restablecimiento de la situación anterior

Es complicado convencer a alguien de volver a un sitio donde no se le está tratando bien. Especialmente porque, durante el confinamiento, la ansiedad y la depresión de los menores que sufrieron bullying descendieron considerablemente. Pero resulta esencial conseguir que el menor no se cierre en banda a la vuelta al centro, porque cuando la situación se restaure será mucho más difícil de afrontar.

– Si quieres saber más sobre el acoso escolar y sus consecuencias, puedes leer nuestro artículo en el siguiente enlace

  • Insistir en la implicación y colaboración del centro, del profesorado y del resto de los padres

Por supuesto, hay que seguir llevando a cabo todas aquellas medidas que frenen o corten de raíz esta clase de comportamiento.
Denunciar, siempre por escrito, de la situación y tantas veces como sea necesario hasta que las autoridades competentes intervengan de forma efectiva. Hay que insistir en que el centro active los protocolos de lucha contra el acoso, sin permitir que lo disfracen de problemas de convivencia o conflictos entre los niños. Que los docentes enseñen en el diálogo y el respeto por el diferente.

En cuanto a los padres de los alumnos, culpabilizarlos directamente del comportamiento de sus hijos no es la mejor solución. En general, nadie quiere admitir que su hijo/a está maltratando a uno de sus compañeros o que es un espectador pasivo. Aunque el acoso escolar es, en muchas ocasiones, una traslación de los prejuicios de los adultos a sus hijos (pueden tener un componente racista, xenófobo, machista, homofóbico, clasista…etc.).

Hay que implicarles de forma general y apelando a la empatía por el bienestar del menor acosado, así como por la posibilidad de que les pase lo mismo a sus propios hijos.