El amor a nivel químico, una droga muy potente

La idea del “amor como droga” parece formar ya parte del imaginario colectivo, y en realidad tiene parte de razón. Al igual que en el caso de la drogadicción, el amor genera en el cerebro toda una serie de reacciones químicas que nos hacen sentir bien, y que mantienen la conducta de la búsqueda de contacto con la otra persona.

Hace unas semanas escribíamos en nuestro blog sobre por qué
es tan difícil salir de una drogadicción. De modo resumido, podríamos decir que
las drogas interfieren en el funcionamiento normal del cerebro,
reconfigurándolo y aprovechándose de sus propios mecanismos, en un principio
adaptativos, para potenciar (de manera artificial y mucho más intensa) las sensaciones
positivas y de bienestar. El sistema sobre el que actúan las drogas (y el enamoramiento)
es el sistema de recompensa o sistema de placer. Este sistema es el responsable
de hacernos sentir bien ante conductas en un principio necesarias para la supervivencia,
como son el sexo, la ingesta de alimentos y de bebida, el cuidado de las crías,
etc. Las distintas sustancias, externas (como la droga) o internas (como las
segregadas ante el enamoramiento) alteran el funcionamiento del sistema de
recompensa, nos hacen sentir placer, y con ello favorecen un consumo
continuado, o la búsqueda de la conducta placentera.

– Si quieres saber más sobre por qué es tan difícil salir de la drogadicción, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

Cuando se acaba el amor

Las hormonas que parecen mediar en el subidón del enamoramiento son la dopamina, la oxitocina, la serotonina y la noradrenalina. Estas hormonas son las que nos producen la excitación, energía y felicidad propias de los primeros momentos del amor.

Tras las intensas sensaciones del inicio del amor, el cuerpo se acostumbra a los químicos segregados en el cerebro, e intenta volver a su estado de equilibrio original. Aparece la tolerancia o habituación, y ya no sentimos de modo tan intenso este enamoramiento. Este es el punto donde muchas parejas piensan que ya no están enamoradas, pues “ya no sienten lo mismo que antes”, y a menudo terminan la relación.

A este respecto, es importante señalar la diferencia entre amor y enamoramiento. A pesar de que ambos términos se usen de manera intercambiable, el amor designa un conjunto de creencias y valores, y para ser conservado requiere de esfuerzo por mantener la relación. Por otro lado, con enamoramiento nos referiríamos a este conjunto de reacciones químicas iniciales que nos dan ese “subidón” de felicidad y bienestar. Esto no quiere decir, por tanto, que el amor sólo exista a un plano bioquímico, sino que hay múltiples factores psicológicos de la persona que median en él.

– Si quieres saber más sobre por qué el amor no es suficiente, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

Cuando se acaba una relación, aparece la «abstinencia», la depresión y la obsesión

Ahora bien, ¿qué pasa cuando se termina una relación? Como
ya hemos comentado, el cerebro se adapta a la liberación de un exceso de “hormonas
del amor”, para mantener un nivel de activación medio. Cuando se acaba el
amor
, y ya no está presente la otra persona, se da una disminución en la
liberación de sustancias químicas del bienestar, aparece una especie de “abstinencia”
o mono, la depresión y la obsesión.

 

Las hormonas del amor

 

Oxitocina

La “hormona del apego” u oxitocina es la encargada de forjar
lazos permanentes entre individuos. A diferencia de otros animales, los
mamíferos segregan oxitocina de modo constante, y esto hace que el contacto físico
se convierta en una necesidad. La oxitocina es esencial en el caso de la cuidado
de las crías, que nacen inmaduras, dependientes y vulnerables, y que deben
establecer lazos de apego con sus progenitores para poder sobrevivir. Por
tanto, su segregación no es exclusiva del amor, sino que media en todas las
relaciones sociales y cumple una importante función.

– Si quieres saber más sobre el apego, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

En la pareja, la oxitocina se libera en pequeñas cantidades
con el contacto físico (como, por ejemplo, abrazarse o darse la mano), y en
grandes cantidades en el orgasmo. La oxitocina no sólo se libera cuando la otra
persona está presente, sino también ante la expectativa de estar con ella, o
cuando nos imaginamos hacer algo juntos.

Esta hormona cumple también un papel importante en los celos,
ya que la posible pérdida de la otra persona se concibe como una amenaza, que disminuye
los niveles de oxitocina y aumenta los de cortisol (la hormona del estrés). La pérdida
de confianza de la otra persona o las expectativas frustradas se ven como una
amenaza, y ello genera esta reacción.

– Si quieres saber más sobre los celos en la pareja, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

Serotonina

La “hormona de la felicidad”, como se la conoce
coloquialmente, está relacionada con la regulación emocional y el estado de
ánimo, con el optimismo, la sociabilidad y la calma. La liberación de
serotonina se relaciona con la percepción que la otra persona nos respeta y nos
presta atención. Una disminución de la serotonina asociada a la ruptura de la
relación, se vincula con la depresión y la obsesión.

 

Dopamina

La dopamina es la sustancia responsable de la sensación de
placer, mediada por el sistema de recompensa sobre el que hablábamos al
principio. Esta es la razón de que el amor funcione del mismo modo que lo haría
una droga, modificando el cerebro y causando algo parecido a una dependencia a
nivel químico. Este neurotransmisor también es el responsable de que aparezca
el “mono” o abstinencia cuando la relación se acaba, por la adecuación del
organismo a los altos niveles de la misma.

 

Noradrenalina

La noradrenalina o norepinefrina se relaciona con los síntomas de euforia y excitación del principio de una relación. Su liberación se relaciona con un aumento de la tasa cardiaca y la tensión arterial, un aumento de la respiración (y una mayor entrada de oxígeno), y con los sudores y rubores que se experimentan ante la persona amada.

Podríamos decir que estamos “configurados biológicamente” para enamorarnos, probablemente porque ello nos ha ayudado a asegurar la reproducción y la supervivencia a lo largo de nuestra historia como especie. No obstante, más allá de este software con el que venimos de fábrica, existen múltiples aspectos de nuestra psicología y nuestra vida mental que median en la relación con la otra persona, especialmente en el mantenimiento de las relaciones a largo plazo.

Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano