Todos nos hemos comparado en alguna ocasión con otras personas. Podemos hacerlo con cualquier aspecto de nuestra vida y de nuestra personalidad, pero eso no quiere decir que sea algo positivo para nosotros.
¿Por qué nos comparamos con los demás?
Necesitamos manejar información de aquello que nos rodea, con el fin de conocer el ambiente en el que nos movemos y de dirigir nuestra conducta dentro del mismo. Las comparaciones son una forma de obtener información.
En cierto modo, nos ayudan a hacernos una imagen del mundo, así como una imagen de nosotros mismos. Sin embargo, esto puede ocasionarnos sentimientos negativos cuando las comparaciones no son realistas o cuando hacen que nos valoremos menos como consecuencia de no alcanzar un punto de referencia. En este caso aparecen sentimientos de envidia, rencor, celos… que generan malestar en la persona que los experimenta, y que en muchos casos contribuyen a que esa persona posea una baja autoestima.
Si quieres saber más acerca de la envidia, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí.
¿Por qué no debemos hacerlo?
No debemos compararnos con los demás porque no somos iguales a los demás. Cada persona es única y posee una serie de cualidades. Algunas serán positivas y otras no, pero nada tendrá que ver con las que tenga cualquier otra persona.
Un ejemplo representativo de esto sería la comparación entre un pájaro y un pez. No los compararíamos, puesto que son especies diferentes con características muy distintas. En el caso de que los comparásemos, si lo hiciéramos por su capacidad para volar, el pájaro sería el mejor. Pero si por el contrario lo hiciéramos por su capacidad para nadar, en este caso valoraríamos mejor al pez. Podríamos decir que algo así es lo que sucede cuando nos comparamos con otras personas.
Ninguno de nosotros somos iguales. No pensamos, sentimos, ni actuamos de forma idéntica a nadie. No hemos vivido lo mismo ni hemos tenido las mismas oportunidades. Por este motivo, la clave estaría en comparar nuestros logros con las metas que nos proponemos, y no con los logros de los demás.
En todo caso podemos utilizar las comparaciones para darnos cuenta de que existen otras formas de ser, de pensar y de vivir. Podemos usarlas de igual modo como impulso para mejorar en determinados aspectos y para ver que los cambios son posibles, para crecer al fin y al cabo. En ningún caso deberíamos utilizarlo como forma de devaluarnos a nosotros mismos o a otras personas.
Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Beatriz Cerezo