¿Es el pesimismo una forma eficaz de enfrentar las situaciones?

La mayor parte de las personas conocen en su entorno a alguien que muestra una actitud pesimista de manera generalizada. Incluso es posible que reconozcas cierto pesimismo en tu forma de pensar en relación a determinadas áreas de tu vida.

 

¿Qué es el pesimismo?

En cualquiera de los casos, la
etiqueta de pesimismo se refiere a una forma de comportarse en un
determinado contexto. Las personas que se comportan de manera pesimista presentan
determinados pensamientos, emociones y conductas cuando se enfrentan a una
situación de reto o cambio
.

 

  • El tipo de pensamientos pesimistas tienen que ver con los clasificados como anticipatorios. El pensamiento anticipatorio es un tipo de pensamiento disfuncional en el que se anticipa, sin evidencia, un resultado negativo. Pensamientos del tipo “no lo voy a conseguir”, “de qué me sirve esforzarme si es muy difícil”, etc.
  • Las emociones, en consonancia con el tipo de pensamiento, son de tipo aversivo, desilusión, decepción, ansiedad, etc.
  • En consecuencia, las conductas que se discriminan en este contexto son de evitación o de escape. Ejemplos de este tipo de conductas son: no emprender proyectos que te interesan, o hacerlo “a medias”, abandonar el proyecto ante la mínima dificultad, etc.

Un dato adicional importante para
poder detectar el pesimismo es que esta conducta no sucede ante una situación claramente
desfavorable. No hay evidencias de que las cosas vayan a salir mal que
justifiquen este pesimismo.

– Si quieres saber más acerca delos pensamientos disfuncionales, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

¿Por qué una persona aprende a
ser pesimista?

 

Para responder esta pregunta, nada
mejor que conocer la historia de cada persona y poder realizar un análisis
exhaustivo. Conocer las experiencias vividas por una persona en torno a los
retos, las habilidades de afrontamiento de que dispone, el apoyo que recibe de
su entorno, etc., nos ayudan a comprender el problema de manera más precisa.

No obstante, hay una idea
fundamental para la comprensión de este problema, y es que el “comportamiento
pesimista”,
al igual que cualquier conducta problema, se mantiene porque
permite obtener una serie de recompensas o reforzadores a corto plazo.

Esto es, las personas que son
pesimistas lo son porque les otorga una serie de “beneficios”,
que hacen
que se siga manteniendo esta conducta.

Hay varios tipos de reforzadores
de esta conducta, algunos de ellos son:

 

Disminuir las emociones experimentadas

Si enfrentarse a una tarea genera ansiedad, la anticipación de consecuencias negativas, el pensamiento negativo, permite atenuar dicha emoción.

Si, por el
contrario, acometer un reto produce mucha ilusión, anticipar un desenlace
negativo permite atenuar dicha emoción de ilusión. El objetivo de esto es disminuir
la intensidad de la desilusión en caso de fracaso.

 

Eliminación de situaciones displacenteras

Como consecuencia de anticipar el fracaso, una de las conductas más probables es la evitación de la acción. De este modo, como consecuencia de dejar de actuar se siguen algunas posibles consecuencias:

 

  • Se elimina el esfuerzo necesario para realizar la acción.
  • Disminuye la posibilidad de fracasar o de cometer errores.
  • Se elimina la posibilidad de ser juzgado…
  • …y así con distintos escenarios que pueden resultar aversivos para cada persona.

 

Acertar en la predicción

Cuando la anticipación es ocasionalmente confirmada por el cumplimiento de la profecía, otorga una sensación de control ilusoria y breve. Esto lleva a la persona a mantenerse en el círculo vicioso de la anticipación.

 

¿Es adaptativo ser pesimista?

Como podemos ver, esta estrategia
pesimista tiene consecuencias que a corto plazo son reforzantes, lo que la dota
de una funcionalidad. Sin embargo, para valorar si una conducta es beneficiosa
tenemos que fijarnos en las consecuencias que tiene a largo plazo en cada
persona.

En el caso del pesimismo, es
frecuente que se presentan una serie de consecuencias negativas de mayor
resonancia
que hace que las arriba mencionadas no “compensen”.

 

Ansiedad debido a la anticipación

Anticipar de manera continua dificultades, sume a la persona en un estado de preocupación y desilusión. Debido a estas preocupaciones es posible que te sientas ansioso respecto a tu futuro. Esto se deja notar en tu estado de ánimo día a día, en una peor calidad del sueño, etc.

 

Disminuye la motivación

Dado que no se anticipan los beneficios de acometer un cambio o proyecto, la motivación disminuye. Esto es, disminuye la probabilidad de enfrentarse a la situación poniendo toda la energía y recursos de los que dispones.

– Si quieres saber más acerca de la motivación y cómo cuidarla, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

Disminuye las posibilidades de conseguir lo que deseas

Muy en línea con el anterior punto, si no crees que vas a conseguir lo que deseas, tus esfuerzos van a ir en consonancia con esta creencia. De este modo, el desenlace más posible es una bajada en tu eficacia, rendimiento, creatividad, etc., a la hora de enfrentar las situaciones.

 

Favorece la aparición de un estado de ánimo deprimido

Si la perspectiva futura está plagada de desenlaces negativos o poco atractivos, puedes sentirte abrumado y apático.

– Si quieres saber más acerca de la depresión, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

Incrementa el sentimiento de fracaso e insuficiencia

El hecho de anticipar que las acciones que emprendas llevarán a resultados mediocres o insatisfactorios repercute enormemente en la autoestima.

– Si quieres saber más acerca de la autoestima, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

– Si quieres saber más acerca de la indefensión aprendida, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

En resumen, el pesimismo tiene
una resonancia fundamentalmente negativa sobre la persona, su desarrollo y su
potencial.

Si crees que necesitas ayuda con este u otros problemas, en CIPSIA disponemos de un equipo de psicólogos expertos en cantidad de problemas psicológicos. Puedes contactarnos aquí.

Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Maiana García