Las distorsiones cognitivas son interpretaciones erróneas de la realidad, que normalmente se centran en los aspectos más negativos de las personas y las situaciones, produciendo malestar y pensamientos perjudiciales para el bienestar de la persona.
Las distorsiones cognitivas son algo muy común, y prácticamente todo el mundo cometerá alguna de estas “faltas” a lo largo de su vida. Aparecen sobre todo cuando estamos pasando por un mal momento, pero, como veremos más adelante, son creencias que se pueden modificar con la práctica.
Distorsiones cognitivas más comunes
Sobregeneralización
Esta distorsión consiste en extraer conclusiones generales a partir de un hecho concreto. Las sobregeneralizaciones suelen ir acompañadas de expresiones como “siempre”, “nunca”, “todos”, “nada”, “nadie”… Por ejemplo, si alguien suspende un examen y piensa “Voy a suspender todo el curso”, estará cayendo en esta distorsión cognitiva.
Pensamiento polarizado
La persona concibe una realidad en términos de blanco-negro, sin medias tintas, o sea, sin considerar los grados que hay entre un extremo y otro. Por ejemplo, si alguien viese a su ídolo y fuese a pedirle un autógrafo, y este se lo denegase, el fan podría pensar “Es una mala persona”, aún sin considerar otros posibles factores, como que su ídolo hubiera tenido un mal día, o que llevase prisa.
Abstracción selectiva o filtraje
Consiste en percibir una realidad en modo de “visión de túnel”, es decir, centrándose en una parte concreta e ignorando el resto. Normalmente uno se centra en los aspectos negativos de algo o alguien, y el conjunto se interpreta en base a esa mala valoración de algo puntual. Por ejemplo, si uno va a una celebración, en la que pasa un buen rato, y al final se cae y se tuerce un tobillo, uno podría pensar que la celebración “fue un fracaso” o que “no me lo pasé nada bien”.
Inferencia arbitraria y etiquetas globales
Es la tendencia a atribuir cualidades generales a objetos, situaciones o comportamientos concretos, reduciéndolos a la característica que se les ha asignado. Esto da lugar a una visión estereotipada e inflexible, y a un análisis poco profundo. Por ejemplo, pensamientos del tipo “Juan no habla con la gente porque es antipático” entrarían dentro de este error de pensamiento.
Interpretación del pensamiento ajeno
Consiste en la predisposición a interpretar los los pensamientos y sentimientos ajenos sin base alguna. Muchas veces se trata de un mecanismo proyectivo, en el que se atribuyen a los demás los propios sentimientos y motivaciones. Si dos conocidos estuvieran hablando entre ellos y uno pensase “Seguro que se están riendo de mí”, estaría interpretando lo que piensan las otras personas de manera probablemente errónea, ya que lo haría sin pruebas de que en realidad la situación fuera así.
Personalización
La persona relaciona las acciones ajenas o las situaciones con uno mismo. Es decir, se atribuye la responsabilidad de lo que pase a su alrededor o lo que hagan los demás. Por ejemplo, si alguien dice que no le gusta la gente tímida y uno piensa “Lo dice por mí”, es posible que le estuviera afectando esta distorsión cognitiva
Catastrofismo
Tendencia a pensar que ocurrirá lo peor, aún sin pruebas que apoyen este pensamiento. Si alguien nos dijera: “No voy a ir a la entrevista porque sé que no me darán el trabajo”, probablemente estaría cayendo en este fallo cognitivo.
Sesgo confirmatorio
La persona centra su atención única y exclusivamente en aquella información que coincide con lo que piensa o lo que cree, y además se ignora la información que va en contra.
Falacia de justicia
Es la tendencia a pensar que lo que es justo es lo que coincide con nuestros deseos. Esta distorsión se basa en la creencia de que el mundo es un lugar justo, y que las personas actúan conforme a este principio. Si uno piensa que “Es injusto que le hayan dado el trabajo a Juan, porque yo me lo merecía más”, puede que caigamos en la falacia de justicia.
Falacia de control
Esta distorsión se puede observar tanto en personas que creen que tienen todo controlado a su alrededor, como en personas que piensan que sus acciones no tienen efecto alguno sobre su vida. En el primer caso, cualquier contradicción a la expectativa de control de la persona haría que se tambalease su autoestima. En el segundo caso, la persona se sentiría impotente, ya que creería que su mala situación “no tiene arreglo”.
Como ya hemos dicho, las distorsiones cognitivas son algo que seguramente experimentaremos en algún momento de nuestras vidas. Pueden jugarnos una mala pasada y llevarnos a realizar acciones que no sean las más convenientes, pero es posible modificarlas por creencias más adaptativas. En concreto, en terapia se suele aplicar la técnica de la reestructuración cognitiva, que consiste en modificar estos patrones de pensamiento, para lograr un mayor bienestar psicológico de la persona.
Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano