En nuestra vida diaria y en las relaciones con otras personas, resulta inevitable encontrarnos con situaciones de conflicto o de desacuerdo. Nuestros derechos y nuestros intereses se ven restringidos por los de los demás, y la manera en la que nos comportemos va a determinar la calidad de las relaciones y el modo en el que nos percibimos y nos valoramos a nosotros mismos. En este punto es clave desarrollar la asertividad, que es la habilidad para defender nuestros límites, derechos e intereses, sin “pisotear” o invalidar los derechos de las otras personas. Tanto la agresividad como la pasividad en la respuesta a una situación son igualmente dañinas.
Pasividad, agresividad y asertividad
Ante cualquier situación de conflicto, existen tres formas posibles en las que podemos reaccionar. La respuesta agresiva consiste en atacar y tratar de quedar por encima de la otra persona. La respuesta pasiva consiste en evitar el conflicto y no hacer valer nuestra opinión e intereses. La respuesta asertiva se encontraría en el punto medio ideal entre defender nuestros derechos, y respetar a los demás.
La respuesta agresiva
Pongamos un ejemplo. Hacemos la compra en el supermercado, y al llegar a la caja pasa una señora delante de nosotros y se “cuela”. Si vemos este acto como un insulto hacia nuestra persona, ya que la mujer ha intentado “tomarnos el pelo”, reaccionaremos de manera violenta, probablemente empecemos a elevar el tono de voz y a soltar improperios. El resultado: la mujer cederá su espacio en la cola, se habrá creado una gran tensión en el ambiente, pero habremos logrado “defendernos”.
La comunicación agresiva se caracteriza, por tanto, por defender los propios derechos, normalmente insultando, intimidando o imponiendo nuestra presencia a la de los demás. Como consecuencia creamos indignación o enfado en la persona que recibe nuestra respuesta, que puede reaccionar de modo agresivo también, o asumir el ataque y sentirse peor. En las relaciones mantenidas en el tiempo (con amigos, familia, compañeros de trabajo…), este modo de comunicarse deteriora el trato, hace difícil llegar a un acuerdo y levanta resentimiento.
Respuesta pasiva
En la situación de la cola del supermercado, dejaremos a la señora que mantenga su sitio en la fila, y no le diremos nada. No habremos defendido nuestro derecho a ser atendidos antes por llegar primero, y posiblemente nos sintamos mal después con nosotros mismos.
Cuando nos comportamos de esta manera pasiva, no hacemos valer nuestras opiniones, deseos o límites. Es cierto que evitamos el enfrentamiento, y no “pisoteamos” los derechos de los demás. Pero, al mismo tiempo, podemos acumular con el paso del tiempo una gran frustración e ira, que puede llegar a explotar ante el más mínimo incidente. “Agachamos la cabeza” y tragamos con lo que nos sucede, lo que se traduce en una baja autoestima, ya que dejamos pasar todo con tal de no molestar.
– Si quieres saber más sobre cómo nuestras creencias dificultan la asertividad, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí
Respuesta asertiva
En el supermercado, podemos decirle educadamente a la mujer que quizá no se dio cuenta de que nosotros estábamos en la fila antes. Si abordamos la situación con calma y respetando a la otra persona, probablemente la señora se mueva y nos deje el puesto que nos correspondía.
Una persona asertiva defiende sus derechos y límites, al igual que en la respuesta agresiva. Pero también respeta el espacio de los demás y no intenta quedar por encima de nadie. Este tipo de comunicación favorece el llegar a acuerdos y a un consenso en estas situaciones de conflicto, y aumenta la autoestima y la percepción de control sobre la propia vida y sobre las situaciones.
Pautas para una comunicación asertiva
Si bien el proceso de convertirnos en una persona asertiva no es sencillo, ni se da de la noche a la mañana, podemos implementar una serie de pautas que, mantenidas a largo plazo, nos ayudarán a construir una autoestima sana y un sentimiento de valía personal.
La pauta DEPA
Con esta regla mnemotécnica podemos mejorar nuestra comunicación y nuestras relaciones, especialmente en relaciones a largo plazo. Las siglas DEPA significan: Describir, Expresar, Pedir, Agradecer.
(D)escribir
Es importante que, cuando abordemos una situación en la que hay un desacuerdo o un conflicto de intereses, describamos la situación de la manera más neutra y objetiva posible. También es crucial en este punto no mostrarse agresivos, lo que producirá el rechazo de la otra persona, que se “cerrará en banda” muy probablemente. Debemos describir los hechos que nos han molestado, sin generalizaciones (ej.: “Es que siempre haces lo mismo”, “Nunca me ayudas”), y manteniendo la calma en la medida de lo posible. Si la situación se pone muy tensa, podemos retrasar la conversación para más tarde
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(E)xpresar
Una vez dejamos claro qué es exactamente lo que nos molesta, debemos expresar cómo nos sentimos y por qué es importante para nosotros que la situación cambie. Esto hará que la otra persona empatice con nosotros, y que se involucre en el cambio.
(P)edir
Pedir un cambio concreto por parte de la otra persona, siendo flexibles e intentando llegar a acuerdos es el modo más “democrático” y pacífico de solventar el problema. Aquí entrarán en juego nuestras habilidades asertivas para lograr un equilibrio entre ceder y recibir. Dar alternativas y ser claros en aquellas acciones que puede realizar la otra persona es una buena forma de empezar.
(A)gradecer
Cuando la otra persona ha llevado a cabo el cambio que le pedimos, es importante mostrar nuestro agradecimiento, y no dar las cosas por sentadas. Elogiar el esfuerzo y el que la otra persona nos haya tenido en cuenta, y nos respete, es importante para que los cambios se mantengan, y para establecer una buena comunicación en ocasiones futuras.
Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano