La hipocondría es un trastorno psicológico que se caracteriza por el miedo a padecer o tener una enfermedad grave, basado en la interpretación errónea de sensaciones corporales normales o leves. Las personas con hipocondría realizan frecuentes autoexploraciones y consultas médicas para confirmar o descartar su diagnóstico, pero no se tranquilizan con los resultados negativos. Además, suelen evitar situaciones que consideran peligrosas para su salud o que les recuerdan su temor.
Efectos de la hipocondría
La hipocondría puede generar mucho malestar e interferir en la calidad de vida de las personas que la sufren. Por eso, es importante buscar ayuda profesional para superar este problema. La terapia cognitivo-conductual es una de las opciones más eficaces para tratar la hipocondría. Esta terapia se basa en modificar las creencias irracionales y los pensamientos negativos que mantienen el miedo a la enfermedad, así como los comportamientos de comprobación y evitación que lo refuerzan y mantienen el problema.
Aunque en esta sea la explicación más general del problema, siempre es necesaria una evaluación individualizada para entender bien la situación de cada paciente y adaptar los tratamientos a cada caso.
Por lo general, el papel de nuestro comportamiento siempre va a tener una posición muy relevante en esta problemática, creando dinámicas de las que es difícil escapar. Si dependemos de algo externo para calmarnos, siempre necesitaremos estas comprobaciones externas para sentir alivio y lo usaremos cada vez más. Nuestra inquietud crecerá y también el tiempo que gastemos en tranquilizarnos. Además, como nunca podemos estar seguros al 100% de nuestra salud, siempre querremos una nueva prueba para sentirnos aliviados: nunca nos bastará. Cuanto más busquemos, más encontraremos, aunque sea información falsa (por ejemplo, algún caso raro en Internet, una historia extraña de alguien que conocemos…). Como consecuencia, nuestros temores se irán multiplicando. Y cuanto más ansiosos y asustados estemos, más sensaciones físicas tendremos.
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¿Qué hacer ante este trastorno?
Para combatir este tipo de dinámicas, en una terapia podemos desarrollar varios tipos de intervenciones, pero siempre adaptándolas a cada caso individual:
– Cuestionamiento de las creencias disfuncionales: se trata de identificar y analizar las ideas irracionales que tiene la persona sobre su salud y su riesgo de enfermar, y sustituirlas por otras más realistas y adaptativas.
– Detección de los pensamientos problemáticos: se trata de enseñar a la persona a reconocer los pensamientos automáticos que le generan ansiedad y que le llevan a interpretar sus sensaciones corporales como síntomas de una enfermedad grave.
– Exposición gradual: se trata de exponer a la persona a las situaciones que le provocan miedo o ansiedad, de forma progresiva y controlada, para que aprenda a tolerarlas y a reducir su nivel de activación fisiológica.
– Prevención de respuesta: se trata de impedir o limitar los comportamientos de comprobación y evitación que realiza la persona para aliviar su ansiedad, pero que a largo plazo mantienen su problema. Por ejemplo, se le puede pedir que no consulte internet o libros médicos, que no se mire al espejo o se toque el cuerpo, o que no acuda al médico salvo que sea necesario.
– Entrenamiento en relajación: se trata de enseñar a la persona técnicas de relajación física y mental, como la respiración diafragmática o la relajación muscular progresiva, para que pueda controlar su ansiedad y sus sensaciones corporales.
Estas son algunas de las estrategias que se pueden aplicar en el tratamiento cognitivo-conductual de la hipocondría. Sin embargo, cada caso es diferente y requiere una evaluación individualizada y un plan terapéutico adaptado a las necesidades y objetivos de cada persona. Por eso, si crees que puedes tener hipocondría o conoces a alguien que la padezca, te recomendamos que acudas a un profesional cualificado que pueda ayudarte a superar este trastorno.
Artículo escrito por: Pedro Urbina