¿En qué consiste este trastorno?
El Trastorno Bipolar es un trastorno mental grave, incapacitante y recurrente. Quiere esto decir que generalmente afecta y limita la normalización de la vida de una persona, su funcionalidad y adaptación. No es posible la remisión definitiva ya que se considera una enfermedad crónica, aunque pasa por distintas fases, y entre los distintos episodios pueden existir intervalos libres de síntomas. El trastorno ha sido denominado también enfermedad maníaco-depresiva.
Se caracteriza por episodios de depresión y manía (euforia) durante los cuales ocurren cambios extremos en el estado de ánimo, los pensamientos y el comportamiento. Es posible identificar, con cierta facilidad, estos estados de ánimo por las personas del entorno, familiares o amigos. En el DSM IV se incluía también el episodio mixto, es decir, que durante el periodo de una semana se cumplan los criterios del episodio maníaco y del episodio depresivo mayor, pero ya en el DSM V desaparece la categoría del episodio mixto pasando a ser un especificador del curso.
El estado de ánimo cambiante se mueve entre dos extremos opuestos; la manía, que es la fase de euforia, de hiperactividad, y la depresión, donde el protagonismo lo toma el decaimiento y el estado depresivo. Cambiante como el tiempo, como la climatología, así es este trastorno. Se puede pasar en poco tiempo de un estado de apatía y tristeza, a un momento de grandiosidad y actividad frenética; característica más llamativa y significativa del enfermo bipolar.
A continuación explicaremos las características más significativas de estos episodios según el Manual Diagnóstico DSM-IV, de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA).
Episodio maníaco
Se trata de un estado de ánimo anormal y persistentemente elevado, expansivo o irritable, que dura al menos una semana o requiere hospitalización.
A continuación se describen los síntomas más comunes. La persona puede presentar indistintamente unos u otros. Para poderse considerar un episodio maníaco han de darse por lo menos 3 o más de los siguientes:
- Autoestima o grandiosidad excesiva.
- Descenso de la necesidad de dormir.
- Más hablador de lo habitual o necesita hablar continuamente.
- Fuga de ideas o pensamientos que se suceden a gran velocidad.
- Se distrae fácilmente.
- Aumento de la actividad.
- Tendencia a desarrollar actividades que suponen riesgo.
Episodio depresivo
Se describen los síntomas más comunes. Se deben producir cinco o más síntomas durante el mismo período de dos semanas:
- Estado de ánimo deprimido.
- Notable disminución del interés o del placer.
- Cambio significativo (aumento o disminución) en el apetito y/o en el peso.
- Insomnio o hipersomnia.
- Retardo o agitación psicomotores.
- Pérdida de energía o fatiga.
- Sentimientos de inutilidad o culpa excesiva.
- Indecisión o disminución de la capacidad para concentrarse.
- Pensamientos recurrentes de muerte o suicidio o intento de suicidio.
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¿Cómo afecta este trastorno?
El Trastorno Bipolar afecta aproximadamente entre el 1%-1,5% de la población adulta. Dura toda la vida una vez que empieza, normalmente entre los 18 y 25 años. Los episodios recurrentes de depresión y manía son lo más habitual para el 95% de los pacientes que lo presentan. Los síntomas, de no ser tratados, constituyen una amenaza para el desarrollo de una vida normalizada, de los vínculos familiares y sociales, el trabajo, el desarrollo personal de un individuo, y casi una cuarta parte de los pacientes intentan suicidarse por lo menos una vez a lo largo de su vida. Se ha demostrado que el trastorno bipolar se da con más frecuencia en los familiares de primer grado de las personas con trastorno bipolar que en la población general, y que es igualmente común tanto en los hombres como en las mujeres. Como dato curioso se señala que el trastorno bipolar es más frecuente en los países ricos que en los países pobres.
En cuanto al curso hay que decir que el episodio inicial que provoca la hospitalización es normalmente maníaco. El episodio maníaco o depresivo habitualmente va seguido de un breve episodio del otro tipo. También suele ocurrir que se den dos o más ciclos completos a lo largo de un año, en este caso, a estos pacientes se les denomina “cicladores rápidos”. Es menos común la alternancia de los dos tipos de episodios sin un periodo intercalado de estado de ánimo compensado.
Los cambios tan importantes en el estado de ánimo, en la personalidad, el pensamiento y en la conducta tienen efectos devastadores sobre las relaciones sociales. El desequilibrio afectivo, la mala gestión económica, las variaciones en los niveles de sociabilidad, la conducta sexual sin medidas de protección o conductas violentas y temerarias, suponen un gran problema tanto para el paciente que lo sufre como para la pareja, la familia o el entorno.
¿Cómo se puede trabajar con el Trastorno Bipolar?
Al tratarse de un trastorno recurrente con unas consecuencias tan nocivas para quien lo padece, cuando se trabaja con el Trastorno Bipolar es necesario un adecuado tratamiento de mantenimiento después de la contención de los episodios agudos (maníaco/depresivo con sus consiguientes tratamiento específicos), pero los resultados no suelen ser muy exitosos.
El tratamiento de mantenimiento eficaz puede disminuir el sufrimiento del paciente, su hospitalización, el coste y mejorar el funcionamiento psico-social. Aunque es posible que la terapia farmacológica de mantenimiento no elimine completamente los episodios recurrentes de manía o depresión, puede disminuir la frecuencia, duración y gravedad de dichos episodios.
El tratamiento farmacológico es indispensable ante cualquiera de las fases o episodios del trastorno. Los objetivos del tratamiento son reducir la intensidad, frecuencia y consecuencias de los episodios, así como, mejorar el funcionamiento global y de la calidad de vida de la persona entre ellos. La medicación de mantenimiento más frecuente utilizada es el litio.
En cuanto a la terapia cognitivo conductual (TCC) ha demostrado eficacia en el tratamiento agudo y en la posible continuación en la depresión mayor. De igual manera, la TCC mejora el control farmacológico de este trastorno, ya que ayuda a:
- Educar a los pacientes y a las personas de su entorno sobre el trastorno, su tratamiento y las dificultades asociadas con el mismo.
- Enseñar a los pacientes métodos para llevar un registro de incidencias, su gravedad y el curso de los síntomas maníacos y depresivos que ayuden a anticipar una intervención temprana en caso de que los síntomas empeoren.
- Facilitar la adherencia a la toma de la medicación.
- Dotar de estrategias y herramientas no farmacológicas para afrontar los síntomas comportamentales y cognitivos de la manía y la depresión.
- Enseñar habilidades para afrontar los problemas psicológicos que desencadenan los episodios depresivos y maníacos.
Un último aspecto a tener en cuenta es el relativo a la concepción que tanto el paciente como la familia tiene del trastorno. En unos casos se entiende como el imperativo del destino ante el que nada se puede hacer. En otros, se encuentra alivio en esta explicación ya que hay una justificación ante lo irremediable, y por lo tanto no aparece el sentimiento de culpa. En cualquier caso, es importante profundizar y debatir sobre cómo asume o asimila la persona su enfermedad con objeto de potenciar, en la medida de lo posible, una responsabilidad y participación activa que puede beneficiar en la adherencia al tratamiento, el manejo de síntomas y conductas.
Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Francisco Ortiz.
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