La necesidad de poner límites: algunas creencias que dificultan a los padres asumir su rol

Cada vez son más frecuentes en consulta los problemas de comportamiento disruptivo infantil. Niños que no obedecen, o demoran en hacerlo, que se oponen, protestan y montan rabietas con una alta frecuencia. Cuando este patrón se consolida puede evolucionar a problemas mayores, como el trastorno de conducta o el trastorno negativista desafiante.

– Si quieres saber más acerca del trastorno de conducta, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

– Si quieres saber más sobre el trastorno negativista desafiante, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

Lo cierto es que, al margen de la
gravedad que puedan alcanzar estas conductas, su alta frecuencia,
característica en este tipo de problemas, causa un gran malestar familiar. Los
perjuicios se dejan sentir en los padres, en los hermanos, y, cómo no, en el
propio niño.

Precisamente por su capacidad de
alterar la dinámica familiar, queremos abordar las creencias que dificultan a
los padres, enfrentar adecuadamente el problema.

 

¿Son necesarios los límites?

El ser humano viene al mundo con
un repertorio de conductas reflejas mínimo que tiene que ver con la
supervivencia. Este repertorio de reflejos, en su mayoría, tiende a desaparecer
a los pocos meses. Si el niño dependiese de su instinto y su genética, nunca
alcanzaría el nivel de desarrollo que se espera en nuestra sociedad.

Todo el desarrollo del ser humano tiene que ver con su aprendizaje, esto
es, con su experiencia. El aprendizaje se va forjando a medida que se establece
la relación entre conductas y consecuencias. En esto tiene un papel muy
importante los otros, en este caso los padres o educadores, ya que van a ser
los encargados de poner consecuencias
e ir moldeando la experiencia de sus pequeños.

Educar consiste en ayudar a
desarrollar las conductas más beneficiosas para ellos, incluso cuando las
consecuencias beneficiosas no están disponibles de manera inmediata.

Debido al potente efecto del
refuerzo inmediato, y al desconocimiento de otros reforzadores diferidos, el
niño va a tender a desarrollar ciertas conductas frente a otras. Por ejemplo,
no tiene nada de sorprendente que un niño tras llegar a casa prefiera jugar o
ver los dibujos, frente a hacer los deberes. Ello solo quiere decir que todavía
no ha aprendido que hacer los deberes es más beneficioso para él que ver los
dibujos. Esta va a ser una de las funciones principales de ponerles límites:
ayudarles a desarrollar las conductas que son más beneficiosas a largo plazo y
alejarles de las que son perjudiciales.

Sin embargo, hay algunas
creencias irracionales muy arraigadas, que impiden que algunos padres pongan o
mantengan límites, con gran perjuicio para la dinámica familiar.

 

Creencias irracionales

 

Si no le damos al niño lo que quiere le están haciendo sufrir, y eso es intolerable.

Es totalmente normal que al negar a un niño un deseo, este experimente con
emoción de malestar, e incluso llore. A esta emoción se le denomina
frustración.

Al contrario de lo que se puede pensar, experimentar frustración es algo
sano y necesario para su desarrollo. Aprender a tolerar la frustración les
ayudará a enfrentarse a retos sin desistir cuando las cosas no salgan como
desean.

Si los padres atienden la queja o lloro dándole lo que desea, estarán aplicando refuerzo positivo a esta conducta. Por lo que, es de esperar que en futuras situaciones similares el niño utilice la misma estrategia para conseguir lo que desea, llegando a desarrollar verdaderas rabietas.

– Si quieres saber más sobre cómo manejar este tipo de comportamientos, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

Para poner límites es necesario conseguir la aprobación del niño

 

Muchos padres se
ven entre la espada y la pared cuando ponen límites y sus hijos no los aceptan.
Esto es debido a que han escuchado que es conveniente razonar y establecer un
diálogo con sus hijos acerca de los límites. Sin embargo, el objetivo de dar
una explicación acompañando las normas, tiene que ver con facilitar que el
menor vaya interiorizando una serie de aprendizajes. A la vez que nos obliga a
reflexionar sobre el por qué de los límites que ponemos.

Es fundamental tener
claro que nuestro rol como padres es educar. Si sabemos que los límites que
establecemos están para garantizar su bienestar y desarrollo, no albergaremos
culpa.

 

Ser firme y no ceder ante la rabieta o el enfado, implica perder el cariño de los hijos

Esta creencia
tiene que ver con el hecho de que, en ocasiones, los niños emplean otras
estrategias para conseguir lo que quieren. Del mismo modo que comentábamos que
aprenden a utilizar el lloro, descubren por azar que cierto tipo de comentarios,
o conductas, como ignorar a sus padres, consigue el efecto deseado de “salirse
con la suya”. A partir de este momento, los comentarios o comportamientos
victimistas pasan a formar parte del problema.

Sin embargo, lo
más habitual es que cuando los padres se mantienen firmes en los límites que
ponen de manera respetuosa, la relación se torna más positiva. Se produce el
paso de una relación marcada por los conflictos a una relación en que el niño
se siente seguro y tranquilo, ya que sabe qué puede esperar.

 

El mal comportamiento en casa es síntoma de algún conflicto en el colegio o en otro ámbito

Un dato que
permite descartar esta preocupación proviene de la observación del estado de
ánimo del niño. Cuando un niño tiene problemas de acoso escolar, o es víctima
de algún abuso, su estado de ánimo baja rápidamente. Se muestran menos
enérgicos, alegres, presentan irritabilidad, falta de apetito etc. de manera
general.

En cambio, cuando
observamos que normalmente muestra un buen estado de ánimo, es risueño y
alegre, y solo expresa emociones negativas cuando se le frustra, estamos ante
un caso de mala conducta.

Si tienes algún
problema relativo al comportamiento de tus hijos, y no te ves capaz de
solucionarlo por ti mismo, ponte en contacto con nosotros, tenemos experiencia en el tratamiento de este tipo
de comportamientos.

Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Maiana García