Educar en el esfuerzo: niños más fuertes y capaces

 

Vivimos en una sociedad en la que se ensalza cada vez más el valor de lo inmediato. Donde se enseña que el bienestar y la felicidad se pueden obtener cómodamente y sin esfuerzos a través del consumo. Nada más lejos de la realidad: si bien es cierto que se puede obtener gratificación de una manera sencilla y rápida, el bienestar y la satisfacción personal vienen de la mano del esfuerzo, dedicación, y, en muchas ocasiones, del sacrificio o renuncia del placer inmediato.

 

En este artículo queremos abordar la importancia de enseñar a los niños desde pequeños el valor del esfuerzo. Los niños que aprenden pronto el valor del esfuerzo, serán adolescentes motivados y adultos responsables y autorrealizados.

 

¿A qué nos referimos cuando hablamos de esfuerzo?

 

Cualquiera de nosotros sabe que la
mayor parte de las cosas valiosas que deseamos conseguir, requiere de una
importante cantidad de tiempo y esfuerzo, según sea el objetivo.

 

Esforzarse implica llevar a cabo diversas conductas, en muchas ocasiones con una elevada frecuencia o intensidad, y con unos estándares muy concretos (no vale hacerlo de cualquier manera), para conseguir un determinado fin. Además, en buena parte de las ocasiones, es necesario mantener dichas conductas a medio/largo plazo para obtener resultados. Por último, para completar la ecuación del esfuerzo es necesario contemplar las renuncias que implica esta dedicación.

 

Por ejemplo, para aprobar una
asignatura, no bastará con ir a clase, sino que es necesario tomar apuntes,
estar atento, repasar en casa… y no basta con hacerlo un único día. Esta suma
de esfuerzos, y la renuncia a otros entretenimientos, es la que dará como
resultado el aprendizaje y/o aprobado. La recompensa al esfuerzo realizado.

 

¿Cómo aprende un niño el valor del esfuerzo?

 

En primera instancia, son los
padres quienes enseñan al niño a esforzarse. Por lo general, este aprendizaje se
produce de manera natural, cuando los padres van exigiendo progresivamente
mayor dedicación en el menor para recompensarle. Tras sucesivos ensayos, el
niño aprende la relación entre su acción y el refuerzo consiguiente.

 

Al contrario sucede en los niños
sobreprotegidos. Estos niños reciben todo tipo de regalos y atenciones sin
tener que hacer por ganarlos, sin superarse a sí mismos. El aprendizaje de
estos niños es que no depende de ellos lograr una serie de metas. Pueden tener
de todo, pero no saben cómo obtenerlo.

 

Siguiendo con el ejemplo del ámbito académico: hay padres que estimulan a sus hijos con más tiempo de juegos o algún privilegio el fin de semana, si además de hacer todos los deberes repasan cada día. O si colaboran con una serie de tareas domésticas, les recompensan con una pequeña paga al final de la semana.

 

Esto tiene múltiples beneficios
para el niño, pues incrementa su motivación y promueve un ambiente positivo en
casa, entre otros. Pero sin duda, uno de los efectos más importantes es que
mejoran su percepción de autoeficacia: la sensación o creencia de que pueden
conseguir lo que se proponen a través de su esfuerzo.

 

 

Progresivamente, el esfuerzo se
va generalizando a distintos ámbitos. El niño aprende que esa misma relación
entre esfuerzo o dedicación y obtener la consecuencia deseada, funciona para
distintos objetivos. Esto repercute enormemente en su motivación y autocontrol.

 

¿Qué relación tiene la motivación con el esfuerzo?

 

Tener motivación es anticipar que
si se realizan determinadas acciones se va a alcanzar un logro o meta deseada.
Consiste en saber qué tienes que hacer para conseguirlo, y creer que puedes
conseguirlo.

 

Al contrario de lo que se suele suponer, la motivación no es algo intrínseco al individuo. Nuevamente, la motivación es fruto del aprendizaje y de la experiencia. La motivación de un niño por conseguir un determinado logro o meta tiene que ver con su experiencia. Si ha tenido éxito en ocasiones anteriores, cuando se ha propuesto algo y se ha dedicado a ello. Por este motivo, aquellos niños que han sido educados en el esfuerzo, serán niños con mayor motivación, con interés en enfrentarse a retos superiores, y capaces de asumir cada vez más responsabilidades.

 

 

 

Pero ¿qué sucede cuando los niños no han aprendido a
esforzarse?

 

A medida que el niño crece, y entra en la adolescencia, se va a ir enfrentando a contextos más demandantes. Esto quiere decir que, para obtener éxito tendrá que realizar un esfuerzo y dedicación mayores. Si no ha aprendido esta sencilla relación, no podrá progresar igual que sus compañeros.

 

Por otra parte, el problema se acrecienta
cuando aparecen opciones que ofrecen refuerzos inmediatos. Con menos esfuerzo y
de manera mucho más cómoda, el niño o adolescente obtiene refuerzo, que compite
con el refuerzo otorgado por un esfuerzo mayor.

 

Algunos problemas característicos en este perfil de niños son:

 

Falta de motivación hacia el estudio y fracaso escolar.

 

Cuando la exigencia académica aumenta, van a acusar una gran bajada de rendimiento y ausencia de motivación hacia el estudio.

 

– Si quieres saber más sobre el fracaso escolar, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

Adicción a sustancias y adicciones comportamentales

 

Las conductas adictivas se caracterizan por proveer de un refuerzo inmediato con un esfuerzo mínimo. Es fácil que estos niños caigan en comportamientos adictivos.

 

– Si quieres saber más sobre la adición a los videojuegos, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

– Si quieres saber más sobre la adicción a las nuevas tecnologías en los jóvenes, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

 

Baja autoestima.

Estos niños y adolescentes no se ven capaces de conseguir sus metas por sus propios medios, lo que repercute en su autoconcepto y autoestima.

 

– Si quieres saber más sobre la autoestima y el autoconcepto, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

– Si quieres saber más sobre la autoestima en la adolescencia, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

Abulia y depresión

 

Abulia es un término que se utiliza para designar la falta de voluntad o energía para moverse en una dirección. Esta falta de energía llevada a un extremo, junto con otros factores desencadenantes, puede desembocar en depresión.

 

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Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Maiana García