La tiranía de la felicidad y la salud mental

Tazas con frases para empezar bien el día, publicaciones de Facebook con mensajes inspiradores, libros de autoayuda, talleres de motivación, “coaches”… Constantemente somos bombardeados por una ingente cantidad de enunciados que nos instan a ser cada vez más y más felices, a ignorar las cosas terribles que suceden en el mundo, y a ver la vida de color de rosa. Estar alegres en todo momento se convierte en requisito, y la felicidad se vuelve el estado “por defecto”.

 

El “Mercado de la Felicidad”

Detrás de este afán generalizado por lograr un estado perfecto de felicidad y crecimiento personal, se encuentra una prolífica industria que mueve muchos millones al año. La gran variedad de productos, que ofrecen al consumidor la receta a todos sus males, se vuelve adictiva, y así la persona sigue comprando.

Las razones por la que esta industria atrae a tantos adeptos están relacionadas con una falta de reflexión personal y el ofrecimiento de una “solución” fácil a problemas complejos. Con el incremento de la calidad de vida y el predominio del individualismo en las sociedades desarrolladas, se ha observado cómo las personas se vuelven más egocéntricas y superficiales. Esta superficialidad se traduce en una mermada capacidad de autoanálisis y en una escasa reflexión personal. Es ahí donde entran en juego estas “fórmulas de la felicidad”, que dicen ser capaces de hacer de cada persona lo mejor de sí misma mediante una serie de pasos a aplicar. De esta manera, suplen nuestra necesidad de bienestar, o eso prometen al menos.

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El consumo de este tipo de frases se vuelve adictivo porque ayuda a reducir el sufrimiento emocional temporalmente, dando esperanzas. Como realmente no son eficaces por mucho tiempo, el individuo busca cada vez más y más. Se compra el siguiente libro que le desvelará la clave de la felicidad, y como nunca llega a ser lo suficientemente feliz, comprará el próximo libro, y así sucesivamente.

 

La felicidad como obligación

Con toda esta información, y teniendo a mano los recursos necesarios para ser felices, queda bajo nuestra decisión el serlo o no. Este es el mensaje implícito que nos envían las frases positivas y los libros de autoayuda. Básicamente, si no eres feliz, es tu culpa y la de nadie más. Si estás triste es porque quieres, y así sólo conseguirás atraer “malas energías”.

El problema es que las cosas no son tan fáciles como las pintan los libros de autoayuda. Los mensajes inspiradores se vuelven en contra de nosotros cuando se estigmatiza el malestar y cuando nos llevan a evitar las situaciones desagradables o los conflictos. No nos permitimos experimentar emociones negativas porque están mal vistas y repelen las oportunidades en la vida. Siempre tenemos que ver el lado positivo de las cosas, por muy mal que nos vaya.

Cada emoción tiene su razón de ser, incluidas la tristeza y el malestar. Las emociones forman parte de nuestra vida y sirven una función. La tristeza, por ejemplo, nos hace retraernos y analizar algo que va mal, con el fin de poder encontrar una solución que nos lleve al cambio. Siguiendo esta filosofía de “necesito ser feliz” caemos en el error de ignorar los problemas, obviar las emociones negativas y aparcarlas para que no molesten. Se da así una desconexión emocional, que perpetúa el problema en lugar de arreglarlo. Como se ignoran los sentimientos desagradables, la persona no regula sus emociones, lo que, además de empeorar la salud psicológica y las relaciones personales, puede derivar en problemas como la hipertensión.

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¿Una visión positiva es mala?

 

Por supuesto que no. Como en todo en esta vida, la clave está en el equilibrio. El Mercado de la Felicidad puede ser peligroso porque no establece pautas sanas para cultivar nuestro bienestar psicológico. Nos hace establecer expectativas demasiado altas e irrealizables, que van seguidas de decepciones y sentimiento de insuficiencia. Además de ver la vida con una actitud positiva y proactiva, es necesario aceptar la realidad y las propias limitaciones. Ser optimista es, sin duda, un protector de nuestra salud mental, pero también hay que tener en cuenta que es inevitable que nos ocurran cosas malas, y que es normal no estar siempre alegre.

En esta línea, la Psicología Positiva ha demostrado ser eficaz en la mejora de la salud mental. Modelos como el de Ampliación y Construcción nos demuestran cómo una actitud positiva va seguida de una mayor proporción de emociones positivas, que se retroalimentan cada vez. Asimismo, cabe destacar que los mensajes positivos específicos (“Soy bueno en mi trabajo”) son más eficaces que los más globales (“Soy buena persona”) para elevar el estado de ánimo y la autoestima.

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Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano