Durante este mes de confinamiento, cada uno se ha ido adaptando como mejor puede. A la situación sostenida de aislamiento y pérdida de actividades cotidianas, se le suma una importante dosis de incertidumbre, que también hemos aprendido a manejar como bien hemos podido. Y es que la situación en la que estamos viviendo estos días, desde luego supone una importante fuente de estrés.
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Las tres fases del estrés
Desde la Psicología, el estrés crónico se entiende en tres
fases: alarma, resistencia y agotamiento.
Fase de alarma
Ante un peligro inminente (real o subjetivo), el cuerpo pone en funcionamiento los recursos necesarios para la supervivencia. Se desencadena la respuesta de lucha o huida, aumenta la producción de adrenalina y el latido cardíaco, los músculos se contraen, listos para la acción, respiramos más deprisa… La respuesta de ansiedad, a niveles controlados, también aumenta la creatividad y la imaginación, con el fin de movilizar los mecanismos de solución de problemas.
Fase de resistencia
Cuando el estrés se mantiene en el tiempo, la respuesta física se prolonga, aunque con menor intensidad que ante un peligro inmediato. Durante este periodo de aguante, el cuerpo y la mente trabajan a toda potencia, quizás mucho más allá de lo que seríamos capaces en situaciones normales. El cuerpo intenta recuperar su balance en esta nueva situación, pero los efectos físicos y psíquicos cada vez son más acusados: problemas digestivos, dolores musculares crónicos, problemas de concentración, bajada de las defensas, etc.
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Probablemente, en la actual situación la mayoría de las personas se encuentre en esta fase de resistencia al estrés, en la que aguantamos y perseveramos. Durante estos momentos, como decíamos, es probable que manifestemos síntomas de ansiedad leve o moderada, aunque de manera crónica, por lo que el desgaste progresivo irá haciendo mella. Las técnicas de relajación, y de detención de pensamientos pueden ser útiles para recuperarnos, así como la realización de actividades gratificantes que nos ayuden a desconectar.
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Fase de agotamiento
En la fase de agotamiento, el estrés llega a su fin, bien sea porque desaparece el estresor, bien sea porque el cuerpo no es capaz de mantener la respuesta de estrés durante más tiempo. Todo el deterioro sufrido durante el periodo de estrés empieza a pasar factura, tanto emocional, como físicamente. Parece como si el organismo “colapsase”, y pueden aparecer infecciones y enfermedades oportunistas. Un ejemplo de esto lo tendríamos en el caso de los cuidadores de enfermos crónicos, que pueden pasar meses e incluso años, dedicándose en cuerpo y alma al cuidado de sus seres queridos, aparentemente sin consecuencias sobre su salud y su funcionalidad. Sin embargo, cuando la persona bajo su cuidado fallece, no es poco común que se derrumben, hecho que va más allá de la tristeza por la pérdida del ser querido.
Las consecuencias del final del confinamiento
Dado que ya se vislumbra el fin de la actual situación,
aunque de manera progresiva, es previsible que con él muchas personas lleguen entonces
a este “agotamiento del estrés”. En aquellos casos en los que se ha vivido una
situación particularmente estresante, este agotamiento puede ser acusado.
Las personas que han realizado un sobreesfuerzo durante todo este periodo, como transportistas, sanitarios, cuidadores, o padres con niños, pueden necesitar un tiempo para reponerse. La soledad de las personas más aisladas, como los mayores, la convivencia de víctimas de abuso con sus maltratadores, o la incertidumbre económica, pueden mantener a estas personas en un estrés constante, que pasará factura. Cabe destacar también la situación de muchas familias que han perdido a un ser querido, y no han podido despedirse. Cuando acabe el confinamiento podrán realizar sus ceremonias, lo que probablemente les ayude en la gestión del duelo.
Después de la situación vivida, tocará ir adaptándose progresivamente a la normalidad. A algunos les será más sencillo, y a otros les costará algo más. Como decíamos, podrían aparecer problemas emocionales como consecuencia del estrés sostenido, y es por ello que, en estos casos, es necesario que se busque ayuda profesional y apoyo en nuestros círculos más cercanos, con el fin de evitar la cronificación de la problemática.
En CIPSIA psicólogos somos expertos en trabajar con problemas del estado de ánimo y otros problemas derivados de la adaptación a los cambios, por lo que si necesitas ayuda en relación a este u otros temas, no dudes en contactarnos
Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano