La medicalización de la salud mental

A día de hoy, el uso de psicofármacos parece ser el tratamiento de primera elección ante problemas de salud mental. Con la aparición y el desarrollo de estos “fármacos de la conducta” en el siglo pasado, y la estandarización del diagnóstico psicopatológico, la Psicología se reduce a una perspectiva médica, en la que el paciente ha de ser curado por el especialista.

La perspectiva médica de la salud mental

La Psicología como ciencia es una disciplina relativamente joven, pero a lo largo de la Historia se han propuesto múltiples explicaciones acerca del funcionamiento de la psique humana. Desde posesiones demoníacas, hasta la búsqueda de los factores biológicos causantes de los problemas psicológicos, muchas han sido las teorías acerca de qué causa la “locura”.

El estudio de la neurosífilis, un tipo de demencia causada por el deterioro del sistema nervioso por la enfermedad de la sífilis, reafirma las hipótesis de aquellos que defienden que los trastornos mentales están causados por déficits orgánicos a nivel cerebral. Podríamos decir que este es el origen de la visión medicalizada de la Psicología, que busca diagnosticar y tratar una enfermedad física y no psicológica, localizada en el cerebro.

El problema con esta visión de la salud mental es que la mayoría de trastornos psicológicos no se corresponden inequívocamente con una causa orgánica, sino que existen múltiples factores en interacción que nos llevan a la etiqueta de “enfermedad” mental. Ello no quiere decir que no existan factores biológicos, cerebrales o hereditarios que correlacionen con lo que denominamos trastornos psicológicos. Existen ciertos correlatos cerebrales, pero estos no son necesariamente causa del problema, ni agotan la explicación.

Por tanto, podemos decir que la perspectiva médica es simplista en la explicación de los problemas de salud mental. A pesar de ello, nos encontramos con que, en muchos casos, recetar psicofármacos es la solución que se ofrece a la persona, sin valorar si realmente son necesarios.

 

“Enfermedad” mental y medicación

Las “enfermedades mentales” son sólo etiquetas otorgadas por los profesionales para clasificar un conjunto de características o de dificultades psicológicas. Por eso, no podemos decir que alguien “tiene depresión” de la misma forma que se “tiene un tobillo lesionado”. Como decíamos, los problemas de salud mental no se explican por una causa física (aunque estas pueden influir), y las etiquetas diagnósticas son sólo descripciones, nunca explicaciones de por qué alguien está deprimido.

 

Si quieres leer más sobre las etiquetas diagnósticas en salud mental, puedes leer nuestro artículo pinchando aquí

 

La perspectiva psicológica de la salud mental

Frente a la perspectiva médica, el enfoque psicológico entiende que los trastornos psicológicos no son más que una forma desadaptativa de relacionarse con el medio. Como tales, son modificables, a través del aprendizaje de habilidades y de nuevas formas de relacionarse con el mundo. Un problema de salud mental se ataja aprendiendo a lidiar con las situaciones de la vida, y adaptándonos a los cambios.

Por supuesto, cada persona trae “de serie” una mayor o menor vulnerabilidad a desarrollar un problema psicológico. Además de ello, el ambiente modula y determina qué es adaptativo y qué no en un determinado contexto.

Por todo ello, el uso indiscriminado de psicofármacos para problemas de salud mental (especialmente los leves), es ineficaz para tratarlos. Una pastilla no soluciona nuestros problemas, aprender a lidiar con ellos sí. Es cierto que, en casos graves, la medicación puede darnos un “empujón” que nos ayude a salir adelante (p.e. en casos de depresión grave), o que nos permita funcionar (p.e. mejorando la capacidad de concentración en el Trastorno de Déficit de Atención). En ciertos casos, la medicación es necesaria para que la persona esté en condiciones de participar en psicoterapia. No obstante, en la gran mayoría de casos, el psicofármaco es, como mucho, una ayuda que facilite el cambio, y nunca la causa de él.

 

 

 

Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano