Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. A partir de esta definición, podemos entender cómo la salud no está compuesta únicamente por el componente físico, sino que éste último está muy ligado a la salud mental, y no se puede separar el uno del otro.
Encontramos, por ejemplo, casos de enfermedades físicas crónicas, como pueden ser el cáncer, la diabetes o el SIDA, que presentan una mayor prevalencia de trastornos psicológicos derivados del malestar que estas ocasionan. Por otra parte, entre aquellas personas que padecen trastornos mentales graves y persistentes, se encuentra por lo general síntomas físicos y una peor salud física.
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Con esto nos damos cuenta, por tanto, de que la salud mental cuenta con una importancia vital para el bienestar y la salud en general.
¿Cómo se relacionan salud física y salud mental?
Cáncer, enfermedades cardiovasculares y efecto sobre el sistema inmune
La salud mental constituye un factor relevante en el bienestar general de una persona, y además, en muchos casos está muy relacionado con determinadas enfermedades. En este caso destacamos el papel de la salud psicológica en el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y sobre el sistema inmune.
Cáncer
Aunque no se ha demostrado una influencia del estado psicológico en la aparición del cáncer, son numerosos los estudios que relacionan la salud mental en el cáncer con la efectividad y éxito del tratamiento. Como es comprensible, el diagnóstico de cáncer y la convivencia con la enfermedad pueden suponer una fuente de malestar psicológico. Los pacientes oncológicos suelen desarrollar ansiedad si perciben la enfermedad como una amenaza, o bien depresión, si lo que sienten es más bien impotencia o incapacidad de control sobre la situación. Es por ello que la ayuda psicológica puede ser un factor determinante no sólo en la mejora del bienestar psicológico, sino también del éxito en el tratamiento.
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Enfermedades cardiovasculares
Los hábitos sociales de una persona, sus alteraciones emocionales y determinados patrones de conducta son factores psicológicos muy ligados al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. El estrés psicológico desencadena una serie de respuestas de alerta en el organismo (producción de cortisol, aumento de la presión arterial y la frecuencia cardíaca, etc.). Estas respuestas, cuando se prolongan en el tiempo, generan daños a diversos sistemas del organismo, entre ellos el cardiovascular. Por ejemplo, las personalidades hostiles tienen mayor probabilidad de desarrollar arteriosclerosis (endurecimiento y rigidez de las paredes de los vasos sanguíneos), las personalidades complacientes y con represión de la ira desarrollan en mayor medida hipertensión, y el estrés emocional se ha asociado a la mayor probabilidad de arritmia.
Bajada de las defensas
El cerebro y el sistema inmune se encuentran conectados e intercomunicados. No debe sorprender, por tanto, el hecho de que el malestar psíquico genere una bajada de las defensas, lo que implica mayor predisposición a otras enfermedades físicas.
Efectos secundarios de la medicación
De nuevo, en este caso podemos observar cómo se relacionan la salud física y psicológica. Los elementos químicos y principios activos presentes en los medicamentos pueden tener efectos indeseables, tanto físicos como psicológicos. De ahí que sea tan importante que el paciente esté informado de los posibles efectos secundarios del medicamento.
Personalidad, estado psicológico y social y bienestar
La buena salud mental, así como determinadas características de la personalidad y valores sanos, influyen en la constancia en el cuidado de uno mismo, y en el establecimiento de relaciones sanas y satisfactorias con otras personas.
Otro de los beneficios de la salud mental es la mayor adhesión a un tratamiento. Una persona con buena salud psicológica será más propensa a seguir las indicaciones de su médico o especialista, lo que aumentará las probabilidades de mejora y de éxito.
Por otra parte, nos encontramos con el estigma social que está adherido a algunas enfermedades, tanto físicas, como la obesidad, como psíquicas, como puede ser un trastorno de la personalidad. Los problemas psicológicos asociados a estas enfermedades pueden agravarlas, lo que de nuevo aumentará el estigma. La terapia psicológica, en estos casos, puede ayudar a romper con este círculo
Estilo de vida
En relación con el punto anterior, la forma de ver el mundo y de verse a uno mismo tiene una gran repercusión en la preocupación por el cuidado de uno mismo. Una persona con un alto bienestar psicológico tendrá normalmente buenos hábitos de alimentación, evitará en mayor medida el consumo de sustancias, hará más ejercicio físico… Todo esto repercutirá en su salud no sólo física sino mental, y aumentará su bienestar general.
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Artículo escrito por CIPSIA Psicólogos Madrid: Irene Serrano